Durante casi tres años, AMLO no tuvo pleitos importantes con el INE. La gota que derramó el vaso se dio en marzo del 2021, cuando el INE retiró la candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero y de Raúl Morón al de Michoacán, ambos de Morena. Al final de cuentas le hicieron un favor a ese partido, Salgado Macedonio (acusado de violación) era un lastre. Fue sobre todo un error estratégico: había disponibles sanciones menos drásticas y el INE mostró sus dientes y que podía morder.
A AMLO siempre le ha gustado adelantarse en las contiendas electorales. Lo hace bien. Como jefe de Gobierno, a partir de políticas como la pensión universal para adultos mayores y la permanente confrontación con Fox, se hizo visible en todo el país. A partir del 2015 hizo campaña presidencial adelantada dentro del marco de la ley. Se hizo presidente de Morena y desde ahí, mediante spots con presencia continua en los medios, se posicionó como el precandidato más conocido. Ricardo Anaya como presidente del PAN hizo lo mismo.
El problema ahora de la sucesión adelantada es que Claudia Sheinbaum no es AMLO. Ser jefa de Gobierno no le ha sido suficiente para darse a conocer favorablemente por todo el país. No tiene la capacidad que posee AMLO de conectarse con la gente y es más fácil posicionarse electoralmente confrontando que mimetizándose con el Presidente en turno.
La capacidad de morder del INE pone en riesgo la estrategia de AMLO para posicionar de forma adelantada a sus corcholatas. Morena sabe que poner carteles promoviendo a Claudia viola la ley, y aunque ya anunciaron que los van a retirar, casi todo el mundo ya los vio. En el extremo, el INE puede negar el registro a quien viole la ley.
Para evitar estos riesgos era indispensable la reforma electoral constitucional. El gobierno se tuvo que conformar con reformar la ley, pero se incurrió en varias posibles violaciones a la Constitución. Con todo, el plan B aún no está del todo vigente. El PVEM y el PT lo habían aprobado con reglas que les concedían vida eterna. AMLO protestó y Morena las quitó. Veremos si alguno de los dos partidos tiene la autonomía para no aprobar las leyes pendientes en el Senado.
De ahí la importancia para Morena de una Suprema Corte menos dispuesta a confrontar a AMLO, sobre todo en materia electoral. Esta batalla comienza mañana con la elección de su presidente. Según las columnas políticas la candidata de AMLO es la ministra Esquivel, cuya tesis de licenciatura, disponible en línea para quien desee ver la evidencia, es prácticamente idéntica a una aprobada antes que la suya.
No se ve fácil que los ministros de la Corte, quienes eligen entre ellos a su presidente, opten por una candidata tan cercana a AMLO y cuestionada de origen. Lo sabremos pronto. Una Corte abiertamente politizada erosiona su legitimidad y puede terminar arrollada por los actores políticos.
Además, en abril próximo veremos el nombramiento de tres consejeros electorales y su presidente. Ahí está la otra apuesta de Morena: poder colocar en el INE perfiles como el de Rosario Piedra, presidenta de la CNDH, quien se limita a cumplir los deseos gubernamentales.
Este 2023 se definirán las candidaturas presidenciales. Veremos si Morena le apuesta a seguir violando la ley descaradamente, con el riesgo de descarrilar a sus candidatos, salvo que logren colonizar al INE, o si tiene cierto respeto por el árbitro electoral y opta por aceptar la gran ventaja que ya tiene en las encuestas y esperar al arranque legal del proceso. En ese momento podrá poner todos los recursos, esperemos que dentro de la ley, para buscar arrasar en el 2024.
Todo esto está sucediendo con una oposición atrasada e incapaz de decidir si irá con un candidato único. Pero no basta eso: tiene que hacerlo a través de algún método que involucre a la ciudadanía. No hay otra forma de poder ser competitivos.
@carloselizondom
ÁTICO
Para posicionar de forma adelantada a sus corcholatas, Morena apuesta por tener una Corte y un árbitro afines.