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Altares de muertos y desarrollo nacional

JULIO FAESLER

Lo acabamos de presenciar. Altares de muertos en todo el país rodeados de la bullanguera alegría de disfraces en las calles y plazas. En contraste con la receta ya normal de noticias preocupantes en México brilló por un momento el rebosante y muy católico día de Todos Santos. Mezcla de lo náhuatl y español, diferente a otras en el mundo, nuestra tradición funde pensamientos de gente que hace quinientos años no se conocían.

Tradición católica fundida en ritos antiguos de América, la traspasan los frailes misioneros a altares con sus escenas de artesanías de barro, hojalata y papel picado, serios cempasúchiles que comparten cercanía con las ánimas que pendientes nos rodean, veladoras que parpadean en mesas de todo tamaño, desde jacales hasta el altar monumental, más grande que jamás se haya visto, instalado en el Palacio de Iturbide. Las procesiones medievales con sus vírgenes ataviadas en lujosas andas se transformaron en la visita ritual a los panteones para decorar las tumbas de papás y abuelos.

En las calles y plazas la gente se desbordó en el bullicio de fiestas para todas las edades, "calaveras" de humor picoso dedicadas gobernantes y políticos y artistas famosos, disfraces que hacen de la muerte cosa de alegría familiar, calacas pintadas de huesos y catrinas en mil caras y cuerpos, que danzan y se repiten en teporochos y yuppies de chillones tenis de moda.

Bienvenido ese soplo de festiva espiritualidad revolcada entre letreros comerciales del "jalowin" sajón.

Es nuestro México bicéfalo. Clases media y su sabio pueblo que sostiene a su señor Tlatuani pese a una creciente ola de decepción que aumenta quiere remachar su 4 T y engancharlo al siguiente periodo presidencial.

Pero lo miran centenares de altares de muertos que no pudieron se montaron este año sobre las ruinas de la devastación que el viejo dios Kan desató sobre Acapulco y los 47 pueblos aledaños. Desalojados o sepultados bajo escombros de vidrio, varillas y cables, muebles, enseres y ropa son miles son miles sin comer, sin agua, sin luz que son atendidos por grupos y entidades de asistencia social como la Cruz Roja. El Presidente por fin anuncia su amplio programa de acciones, ensamblado de último momento.

Se calcula que la reconstrucción básica de Acapulco costará alrededor de 60 mil millones de pesos que habrán de salir del Presupuesto Federal que casualmente en estos días entra a discusión. Sin contar con el fideicomiso FONDEN que él mismo extinguió, financiar la operación se llevará dos, tres o muchos más años, ya en el sexenio que viene. Es cuestión de que el futuro señor secretario de Hacienda aguce su talento.

La reconstrucción la harán los constructores privados salvo la porción que lo que el gobierno disponga encargar a las fuerzas armadas que, con las prioritarias obras oficiales, son los más importantes constructores del país.

La capacidad de reconstrucción no solo es de ingenio y medios sino de una gran visión nacional. El reto demanda ilusión e inteligencia apoyadas en la energía que lleva al triunfo total. Esas fuerzas son las que más están faltando en el mundo actual.

El esquema de materialismo comercializado sin responsabilidades sociales todo lo absorbe y ha llevado a las desigualdades e injusticias de la actualidad. Por todas partes se oyen las quejas y demanda por un orden nuevo de convivencia. Multitudes castigadas y empobrecidas en sus desgracias de hambre y guerra, dependen más de caridades individuales o instituciones privadas que de los gobiernos. Falta humanismo también en los grandes conglomerados industriales y comerciales de los que dependen cientos de miles de empleados, proveedores y clientes.

El materialismo comercial que prevalece deja sin la orientación que dan los valores superiores. Cunde la frustración de aspiraciones incumplidas por doquier brota el clima que apunta a la violencia. El mundo necesita reabastecerse de humanismo para mitigar y responder a las desgracias.

La reconstrucción de Acapulco es una llamada para que al realizarla demos pasos que estén en consonancia con la justicia social en las actividades empresariales tanto en lo laboral como en lo ecológico.

A nivel nacional el momento que se precipita sin esperas ni condiciones de iniciar el camino que seguiremos como nación. La gran tarea empieza por los pasos que llevan a las elecciones de junio de 2024.

Ya están instalados los comités electorales locales del INE que son la base más real de la energía política ubicada exactamente al centro de cada estado. Es imprescindible emplearlos y vigilarlos.

En esta temporada tuvimos fe en honrar nuestras hondas y variadas tradiciones. Con ello valoramos ideales y sus bases espirituales. Las fiestas, por el momento enlutadas, fueron ampliamente difundidas por todo el mundo y por ello fueron trascendentes en la cultura universal. Agridulces serán las decisiones que habremos de tomar en los complejos tiempos que vienen pero hay materia y experiencia de sobra para afrontarlos.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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Escrito en: Editorial Julio Faesler editoriales

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