“De lo que estoy más orgulloso, es del año 1968, les guste o no les guste, porque me permitió servir y salvar a México”, dijo alguna vez Gustavo Díaz Ordaz, en una conocida entrevista sobre la masacre de Tlatelolco, que, según cifras oficiales, dejó unos 400 muertos y aproximadamente un millar de heridos a manos del ejército y el grupo paramilitar conocido como Batallón Olimpia durante su gobierno.
Sin embargo, lo que no es tan conocido, es que el hijo menor del presidente tenía la misma edad que muchos jóvenes acribillados esa tarde en la Plaza de las Tres Culturas. Alfredo Díaz Ordaz Borja, tercer hijo del exmandatario y Guadalupe Borja - doctora en Relaciones internacionales, hija del adinerado abogado Ángel Borja Soriano-, nació el 11 de junio de 1950. Tenía 18 años cuando fue perpetrada la matanza de estudiantes. Al joven Alfredo le gustaba escribir canciones de rock y tocar la guitarra. Tenía el cabello largo. Se veía más o menos como los jóvenes que su padre llamó traidores a la patria y escuchaba la misma música que, tras la matanza, se convirtió en estigma a nivel nacional.
En 1970, veinte años antes de producir el álbum debut de Thalía -un año antes de que ella naciera-, la banda de Díaz Ordaz, Love Syndicate (Sindicato de amor), publicó su primer y único EP. El disco contenía tres canciones llamadas “Love Don’t Go Away” (El amor no se va), “Beware” (Cuidado) y “GoWith Her” (Ve con ella). Grabar un disco era mucho más complejo y caro en aquellos tiempos. Era un privilegio reservado para artistas que representaban atractivas opciones de inversión para las disqueras; músicos que destacaban por una gran calidad musical, que eran respaldados por grandes bases de fans o, bien, jóvenes que eran hijos de presidentes. El fonograma fue lanzado por Discos Peerless, la misma compañía que décadas atrás editaba la discografía de Toña la Negra y José Alfredo Jiménez. La banda no tuvo éxito y el álbum quedó, sobre todo, como una rareza para coleccionistas y melómanos obsesos como el autor de estas líneas.
No existe gran registro sobre la juventud de Alfredo. Sobre todo quedan algunas canciones y rumores. Como que hizo una fiesta en la residencia oficial a la que asistió Jim Morrison del grupo The Doors y fueron descubiertos por el presidente, o que fue iniciado en la sabiduría chamánica por la sabia mazateca María Sabina. Algunas cosas parecen claras; el hijo de Gustavo Díaz Ordaz no conoció en su vida la pobreza, la aprobación de su padre, ni la estabilidad emocional. Tras la masacre de 1968, Guadalupe Borja, su madre, comenzó a sufrir ataques de pánico y delirios de persecución. Tras dejar la presidencia, Gustavo pensó que un viaje a Europa calmaría los nervios de su esposa, pero no fue así. Doña Guadalupe tuvo alucinaciones durante su visita a la Catedral de Chartres, en Francia. Tuvieron que volver de emergencia a México, donde se enclaustró en su residencia del Pedregal de San Ángel, Ciudad de México, hasta su muerte en 1974. Alfredo se dijo, en varias ocasiones, muy afectado por este acontecimiento. La cercanía que habría tenido con su madre se puede dibujar contrastando su personalidad con la del “Tribilín”, como le decían los estudiantes al expresidente.
En 1990 produjo “Thalía”, primer álbum solista de la cantante que fuera su prometida. Alfredo compuso 6 de las 10 canciones que lo conforman; "El baile de los perros y los gatos", “Saliva”, "Un pacto entre los dos", "Thali'sman", "La tierra de nunca jamás", y "El poder de tu amor”.
Las canciones de Alfredo no destacan por estructura, arreglo o producción. Sin embargo, resulta una experiencia particular escuchar al hijo rebelde de Gustavo Díaz Ordaz cantarle al perdón, a la posibilidad de construir la paz y al derecho a la redención en clave de rock o a través de la boca de una ex Timbiriche.
“Todos podemos volver a empezar, volver a luchar y dejar de pelear”, canta un Alfredo de 42 años en “Volver a amar”, de su disco “Los Colores de la Música”, lanzado en 1992, meses antes de morir como consecuencia de una infección de Hepatitis C.