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Arenas movedizas

JORGE VOLPI

ÁTICO

La irrupción de Xóchitl Gálvez en el escenario electoral afecta a todos los jugadores previamente instalados en la contienda.

Pensábamos que los jugadores estaban bien definidos: de un lado, las corcholatas del Presidente; del otro, los eternos contendientes de la precaria amalgama de la oposición; y, en medio, Movimiento Ciudadano, acaso el menos predecible de ellos por su vocación de capturar candidatos de otros partidos. Pero, como el clima o el cerebro humano, la política es un sistema complejo donde rige el efecto mariposa: una pequeña causa -un factor novedoso e inesperado, por ejemplo- es capaz de producir un terremoto. Esto es justo lo que ha ocurrido con la irrupción de Xóchitl Gálvez en el escenario electoral. No deja de resultar paradójico que el responsable principal de esta maniobra -sin restarle méritos a ella- haya sido el propio López Obrador: fue él quien, a fuerza de desdeñar su derecho de réplica y de atacarla sin tregua cada mañana, contribuyó a su crecimiento mediático y a su reconocimiento público y, en última instancia, a su decisión de buscar la candidatura del Frente.

Numerosos analistas no han dejado de preguntarse por los motivos que llevaron a AMLO a introducir este nuevo elemento, sin darse cuenta de que, por más astuto que pueda ser un político, jamás logrará manejar el juego sucesorio a su antojo justo por la complejidad de su entramado. Imaginar que él hizo crecer la figura de Xóchitl Gálvez de manera consciente no es sino un resabio de la fantasía que rodea a los hombres providenciales. Sin necesidad de juzgar si se trató de un error de cálculo debido a su arrogancia o a su terquedad, no cabe duda que el México de estos días ha dejado de ser el que se preveía apenas unos meses atrás y lo más relevante es que afecta por igual a todos los jugadores previamente instalados en la contienda.

El primer temblor ha ocurrido, por supuesto, en la alianza opositora, donde las obtusas dirigencias del PAN y del PRI -esas dos fuerzas centrípetas que de milagro se mantienen unidas- se mostraban empeñadas en controlar su proceso interno para colocar como candidatos a la Presidencia y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México a algunos de sus cuadros tradicionales (sin ninguna posibilidad de triunfo, por cierto). Es claro, aun hoy, que hubieran preferido cualquier opción antes que Gálvez, pero también que no les quedará otro remedio que apoyarla, o al menos al PAN, dado que la fiabilidad del PRI jamás estará asegurada: y he aquí otra eventual sorpresa.

Para la propia disputa interna entre las corcholatas también ha sido un sacudimiento: si de por sí no sabían muy bien cómo combatirse entre sí ante los férreos dictados de AMLO de privilegiar la unidad, Gálvez los descoloca aún más. Hasta ahora, la batalla ha estado en manos del Presidente y es difícil saber qué les conviene más a Claudia Sheinbaum o a Marcelo Ebrard, si dirigir sus ataques contra ella o arreciar los que intercambian entre sí de manera abierta o soterrada. Tampoco es obvio cuál de los dos sería más competitivo en este escenario: hasta hace poco era tan claro que cualquiera de ellos ganaría las elecciones con facilidad, que los seguidores de una y otro apenas intentan mostrar sus fortalezas contra una mujer que, dígase lo que se diga, es menos fifí que cualquiera de ellos y posee un carisma incuestionable.

El último de los afectados ha sido MC. Hasta ahora, Dante Delgado había decidido reiterar su exitosa estrategia de estos años: observar con paciencia los movimientos internos de Morena y el Frente y optar por Ebrard o por elegir un candidato interno, dependiendo de su mayor competitividad. Gálvez neutraliza esta ambición: de allí las turbulencias intestinas y el deseo de algunos de sus militantes de apoyarla en contra de los deseos de su fundador. Si el juego se mantuviera a tres, con MC presentando un candidato propio, lo más probable es que naufrague; si llegara a convocar a Ebrard, sería difícil prever cuántos votos le restaría a Sheinbaum y cuántos a Gálvez.

Solo una cosa es evidente: como advierte la maldición china, de pronto el 2024 nos ofrecerá tiempos interesantes.

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