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ACTITUDES

Caos fronterizo en puerta

JOSÉ SANTIAGO HEALY

¿Qué diablos esperan los Estados Unidos, Canadá, México y los países latinoamericanos para encontrar una solución al problema de la inmigración que año con año se agrava con el aumento de fallecidos y de familias afectadas por tan complejo fenómeno?

Sabemos que lograr una migración ordenada, segura y humana como lo pretende el gobierno norteamericano no es fácil, pero tampoco imposible si los países de la región se ponen de acuerdo en tomar acciones que lleven hacia ese fin.

A todos conviene la solución: a Estados Unidos y Canadá porque tendrán mano de obra asegurada año con año; a México porque terminará el suplicio de los indocumentados por cruzar la frontera; y a los países latinoamericanos porque encontrarán vías legales para que sus migrantes obtengan un trabajo digno en los países del norte.

Actualmente se calcula que cerca de 30 millones de trabajadores en Estados Unidos son nacidos en el extranjero lo que representa el 17 por ciento de la fuerza laboral.

No todos son indocumentados, muchos han regularizado su situación migratoria, otros llegaron con visas de trabajo o bien en calidad de refugiados y asilados, pero todos contribuyen a la economía norteamericana.

A los Estados Unidos y Canadá les conviene ampliamente contar con mano de obra calificada de extranjeros, en especial en el campo, la construcción y el turismo donde la presencia de trabajadores locales es reducida.

Los inmigrantes han sido factor esencial en la historia laboral y económica de Estados Unidos y Canadá. Primero llegaron los europeos, encabezados con los ingleses quienes colonizaron esos ricos y vastos territorios a costa de miles de muertes de indios nativos.

Luego siguieron los franceses, italianos, irlandeses, entre otros migrantes del viejo continente. Posteriormente y ante la urgencia de trabajadores, Estados Unidos importó masivamente a familias de África quienes lamentablemente llegaron en calidad de esclavos.

Al mismo tiempo arribaron al oeste miles y miles de migrantes de los países asiáticos, en especial chinos y japoneses.

En 1848 se inicia el movimiento migratorio de México a Estados Unidos con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo entre ambos países que estableció la división fronteriza y obligó a miles de mexicanos a tomar la decisión de quedarse en lo que sería el nuevo territorio norteamericano.

Con una frontera de más de tres mil kilómetros, la migración ha sido un fenómeno natural aunque plagada de accidentes, abusos, muertes y violaciones a los derechos humanos.

Al paso de los años México se convirtió en el mayor impulsor de migrantes a Estados Unidos, la primera oleada ocurrió a finales del siglo XIX con la construcción de los ferrocarriles en el vecino país; en 1929 vendría una era de deportaciones ante la gran depresión; luego a raíz de la Segunda Guerra Mundial se dispara la llegada de mexicanos por la exigencia de mano de obra y surge entonces el "programa bracero".

De ahí en adelante la migración no se ha detenido y tuvo un nuevo auge en 1986 con la ley Simpson-Rodino que regularizó a unos tres millones de indocumentados, pero años después se endurecieron las políticas y leyes contra la migración.

En las últimas décadas y por crisis políticas y sociales, la migración de países latinoamericanos creció de manera alarmante, tal es el caso de Cuba, Haití, Guatemala, El Salvador, Honduras y recientemente Nicaragua, Venezuela, Colombia y Brasil.

¿Qué hacer ante la avalancha de migrantes que no cede y que podría dispararse ante el fin del Título 42 que expira el próximo 11 de mayo y que agravará el caos migratorio en la frontera de México y Estados Unidos?

Pues en primer lugar convocar a una reunión cumbre y discutir acciones viables y urgentes. Estados Unidos y Canadá tienen capacidad para incrementar de manera considerable el número de visas de trabajo a cambio de que nuestros países controlen el flujo desordenado y accidentado de los migrantes.

No es humano cerrar las puertas de los países encumbrados cuando sus economías necesitan más trabajadores. Tampoco es razonable que nuestros países dejen paso libre a las caravanas de migrantes cuando sabemos que la mayor parte sólo encuentra sufrimiento, vejaciones e incluso la muerte.

La abominable tragedia de los 40 migrantes en Ciudad Juárez fue una sacudida para el gobierno de México, pero también para los de Guatemala, El Salvador, Venezuela, Honduras y Colombia, países de procedencia de las víctimas.

Hay que enfrentar con creatividad y arrojo esta grave crisis migratoria antes de que el caos fronterizo arrolle a todos.

Comentarios a jhealy1957@gmail.com

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