(SIGLO NUEVO)
Si algo nos dejó el mundial de Qatar, más allá de una final cardíaca entre dos astros como Kylian Mbappé y Lionel Messi, con las críticas a un gobierno qatarí que nos enseñó la fuerza del dinero a nivel infraestructura e institucional por su relación con la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), fue la nada inesperada, y prematura, eliminación de la selección mexicana en la fase de grupos.
El desempeño ejercido por la selección del Tata Martino sería causa de constantes señalamientos, la más distinguida de ellas fue la realizada por la periodista Denise Maerker, quien puntualizaría al deporte del balón pie, en nuestro país, como una excusa más para ejercer a las oligarquías conflictos de intereses entre empresarios, televisoras, e, incluso, mandatarios. Si bien, el tema planteado en esta edición se juega desde otra cancha, es importante observar como las narrativas en nuestro país siempre son reveladas por fenómenos que reafirman la obviedad, debido a que mientras nos agotaba la espera para que arrancaran las fechas mundialistas por otra parte el gremio nacional de cine se abalanzaba contra las dependencias gubernamentales, se descalificaban la ausencia de fideicomisos y se amenazaba con la cancelación de una próxima edición de los premios Ariel, que son el Óscar mexicano.
Esto desmenuzaría la discusión frente a nuestro entorno fílmico nacional ¿Se acabaron los espacios para el cine en México? Pues, mientras tenemos ligas de fútbol que clasifican doce de dieciocho equipos en su fase final, en el cine se producen más de 250 películas anuales de las cuales sólo poco más de 70 llegan a ver la luz, y muchas de ellas se pierden en un espectro monopolizado por las grandes producciones, el star system y la fiebre de los superhéroes.
La constante discusión en nuestro espectro filmográfico es la realización de pocas películas, las que más se apoyan son las comerciales que o son de tira romántica o cómica, y no pasamos de ver otro actor que no sean un Derbez, un Chaparro o una Martha Higareda, pero ¿Realmente es así?, ¿Qué nos lleva a consumir lo que consumimos?, ¿El cine está tan olvidado como parece? o simplemente se encuentra opacada por otros mercados y consumos que nosotros mismos apelamos. La crisis del cine nacional tiene muchas dimensiones por medir.
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