El voto condenso en un solo acto la preferencia electoral de una persona. Hoy veremos en Coahuila y en el Estado de México cómo se expresa.
La teoría del votante racional asume que los ciudadanos están bien informados y que premian o castigan a sus gobernantes. Pero la realidad es más compleja. Primero, el elector no siempre sabe bien qué sucede y mucho menos quién es el responsable de qué, sobre todo en un régimen federal. Si el crimen organizado ha crecido en el sur del Estado de México, ¿a quién culpar?
Segundo, porque las emociones cuentan, y mucho. La relación entre AMLO y su electorado se construyó tras 18 años de campañas y continúa a través de un gobierno que permanentemente les recuerda que por primera vez alguien habla en su nombre y enfrenta a los de arriba.
Una parte importante del electorado percibe un cambio positivo. La encuesta de Buendía & Márquez publicada en mayo muestra que el 58 por ciento cree que se ha visto beneficiado por el gobierno de AMLO, frente al 16 por ciento que cree se cree perjudicado.
La última encuesta de Reforma revela que AMLO tiene una aprobación del 60 por ciento, similar a la de otros presidentes en su quinto año, salvo Peña Nieto. Esta aprobación ha sido estable por meses, sin ser afectada por cómo se perciben los principales problemas del país, incluida la seguridad.
Algunos datos son reveladores, sobre todo aquellos contrarios a las creencias de la que supongo es mayoría de los lectores de este diario: el 48 por ciento de los encuestados cree que AMLO une al país, frente al 44 que cree que lo divide. El 51 por ciento cree que AMLO habla con la verdad. Hasta en esas preguntas el país está dividido en dos, como lo mostró el resultado electoral del 2021.
Hoy, las coordenadas ideológicas del electorado son confusas. La encuesta de Buendía & Márquez muestra que el 56 por ciento se siente liberal y el 29 por ciento conservador. Cualquier encuesta de valores me ubicaría como un liberal, por favorecer el mayor espacio individual posible frente al poder público, mientras sea compatible con políticas públicas que promueva piso parejo para todos. En la geometría política de AMLO, los liberales son él y sus seguidores. La misma encuesta arroja que el 45 por ciento se considera de derecha, frente al 30 por ciento de izquierda.
Si se hace el cruce, el 47 por ciento de los liberales se considera de derecha. Normalmente, un liberal de derecha cree que el Estado debe ser mínimo, dedicado a garantizar seguridad interna y externa, obligar a que se cumplan los contratos, y poco más. No me imagino que éstas sean la preferencias de nuestros liberales de derecha.
Sería interesante ahondar en el significado de estas coordenadas ideológicas para los votantes, para descifrar algunas claves del éxito electoral de AMLO, quien se ha colocado como liberal en el imaginario colectivo, a pesar de ser, al menos en temas fundamentales como el rol de las mujeres o la familia tradicional en la sociedad, un conservador social puro. En paralelo AMLO lidera un movimiento supuestamente de izquierda, pero que en varios temas parece de derecha, como en darles cada vez más responsabilidades a los militares y en no preocuparse por temas fundamentales de la izquierda contemporánea, como el medioambiente, la inclusión o los derechos humanos. Un Presidente de izquierda, como Gabriel Boric de Chile, no tuvo reparos en criticar la crisis de derechos humanos en la Venezuela de Maduro durante la cumbre de presidentes de América del Sur convocada por Lula, algo no hecho por AMLO.
La congruencia ideológica de Boric no le ha rendido electoralmente. Su nivel de aprobación es muy bajo. AMLO ha logrado, desde su resbaloso posicionamiento ideológico, construir la narrativa de que hay una valiosa transformación en curso. También ha construido la narrativa de que apoyarla, o no, es el dilema del votante.
ÁTICO
A pesar de ser conservador en varios temas, AMLO es visto como liberal en el imaginario colectivo; las emociones cuentan.