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Las palabras tienen la palabra

Cuidado con el chamuco

JUAN RECAREDO.-

Le he hablado antes en este mismo espacio sobre ese personaje que representa a la maldad del ser humano. Me refiero al diablo, demonio, chamuco o maligno, así en términos genéricos pero luego vienen todos los nombres que se le han asignado al jefe de los diablos y que ya se han convertido también en genéricos como Satanás y su apócope Satán, Lucifer, Luzbel, Mefistófeles y de éste último también la forma corta que es Mefisto, y si le sigo, encuentro más.

Independientemente si somos o no apegados a la tradición y a las creencias judaico-cristianas, el diablo tiene mucho que ver en nuestra vida cotidiana. Usted como yo y como todos, tuvo alguno o varios amigos que llevaban por el mundo su apodo de "el diablo". A alguno le llamaban así porque era muy mal intencionado en sus acciones y todo mundo le sacaba la vuelta. Otro le llamarías así simplemente por tener las orejas o las cejas puntiagudas o porque hizo el papel de Lucifer en la pastorela de la Iglesia.

El chamuco es una forma, creo que muy mexicana, de llamarle al señor Diablo y el nombre deriva de "el chamuscado", porque chamuscarse para nosotros es quemarse y requemarse y el diablo ya está más quemado que algunos miembros de la política de este país.

Los niños malosos son diablillos porque hacen diabluras y un diablito puede ser un "puente" eléctrico diabólicamente instalado para robarse la energía sin pagar el recibo o simplemente puede ser una especie de carretilla vertical para trasladar cosas pesadas.

En el escenario teatral hay unas baterías de lámparas que se llaman diablas y eso no tiene nada que ver con una salsa riquísima con el que se aderezan precisamente unos camarones a la diabla.

"Pobre diablo" es como calificamos a un tipo que no tiene recursos o que no destaca para nada, Sin embargo cuando se suceden o amenazan con suceder consecutivamente una serie de desventuras se dice que "el diablo anda suelto" aunque no alcanzamos a saber si de lo que anda suelto es del estómago porque entonces de pronto saldrá corriendo al baño velozmente "como alma que lleva el diablo".

De la misma forma, cuando uno se siente atacado vilmente por la mala suerte, exclama: "¡Me lleva el diablo!" y habrá quien sea más descriptivo diciendo: "¡Me lleva patas de cabra!" identificando así al diablo con un fauno, que es un ser lascivo que efectivamente tiene las extremidades inferiores como las de una chiva.

Hay muchas expresiones más que recurren al diablo para enfatizarse, pero por hoy se me ha terminado el espacio, así que seguramente después retomaré el tema del chamuco, que por su frecuente uso en el lenguaje, no deja de ser interesante.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios.

donjuanrecaredo@gmail.com Twitter: @donjuanrecaredo

ME PREGUNTA Ana Torres: Mi duda es acerca del verbo mecer, ¿cómo se debe decir "no me mescas" o "no me mezas"?

LE RESPONDO: La forma mescas no existe. Lo correcto en ese caso sería "no me mezas". Curiosamente a casi todos los verbos terminados en "ecer" en una situación similar se les aplica el sufijo "ezcas", como del verbo crecer, "ya no crezcas", del verbo agradecer, "no me agradezcas". Sin embargo, el verbo mecer es la excepción y en ese caso lo correcto es "no me mezas"

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA. Dijo Jean Paul Sartre: "Algún día, en alguna parte, te encontrarás a ti mismo y ése, sólo ése, puede ser el más feliz o el más amargo momento de tu vida".

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