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Raúl Antonio Flores

Don Raúl Antonio Flores y la sonoridad de su marimba

Instrumento le ha permitido presentarse en lugares como Querétaro, Ciudad Juárez, Mazatlán y Puerto Vallarta

(ÉRICK SOTOMAYOR)

(ÉRICK SOTOMAYOR)

SAÚL RODRÍGUEZ

Asegura que la música es su vida entera. Don Raúl Antonio Flores se encuentra con su marimba en las instalaciones de la CTM. En un momento toma las baquetas, golpea las teclas de madera y el sonido recorre los tubos que se encuentran debajo de ellas. La melodía corresponde a Veracruz, esa pieza que en su momento Agustín Lara entonó para decir que nació con la luna de plata.

Originario de Villa Comaltitlán, un pueblo costero de Chiapas, don Raúl creció arrimándose a la marimba que su padre había cambiado por un caballo. También escuchó la sonoridad que los grandes grupos de su tierra generaban con el bajo, la batería, el saxofón y las marimbas de seis y tres octavas. Esa fue su primera escuela musical.

“Nomás me arrimaba con unos muchachos que le hacían. Mi papá me decía: ‘Arrímate ahí, arrímate a ver qué se te pega’. Ya después me llevaron al pueblo (vivíamos en un rancho), ahí me agarró el maestro José Álvarez, ahí empecé con él, a los trece años”.

Como no alcanzaba la altura de la marimba, le pusieron un banco para que pudiera tocar. Más tarde se integró al grupo del maestro Álvarez, donde duró cinco años. Luego se trasladó a Ciudad de México, pero la urbe no le agradó y se mudó a Veracruz.

“De Veracruz hicimos una gira para Tampico, El Mante, Ciudad Victoria y Monterrey. De Monterrey vinimos a Torreón por tres días, a visitar a unos compañeros que aquí tocaban con la marimba Playa Azul. Y ya, nos dijeron que nos viniéramos para acá”.

Entonces era 1965. Don Raúl llegó a Torreón para jamás irse. La ciudad le gustó por lo pequeña que era. Más tarde se enamoró, se casó, tuvo familia y sacó adelante a los suyos gracias a la música. “Todas esas son cosas muy bonitas para mí. Ya no pude vivir sin Torreón, en una palabra”. Ahora, el marimbista tiene 76 años de edad y continúa tocando.

“Al golpear, la tecla suelta un airesito y lo capta el tubo, ese hace que reproduzca el sonido”. La marimba le ha permitido presentarse en lugares como Querétaro, Ciudad Juárez, Mazatlán, Puerto Vallarta, Nogales, Tepic y, cuando la nostalgia lo invade, recuerda con cariño un par de presentaciones que tuvo en el Teatro Degollado de Guadalajara.

“Esta madera es mucho muy especial”, comenta sobre la marimba tras dejar de tocar. “Esta madera se llama hormiguillo, pero tiene que estar completamente seca, pues. Si la pone verde, suena, pero a los seis o siete meses se desafina todo. Este teclado no sé cuánto tiene, pero me imagino que tiene un promedio de 60 años, y tengo otra marimba que está fabricada en 1967”.

Cuando las filas de gente se hacen largas en el Teleférico de Torreón, don Raúl acude con su marimba a la calle Treviño y comienza a tocar sin parar durante cuatro o cinco horas. Lo hace por pasión, pero también para llevar centavos a su hogar. “Ahora que hubo gente sí estuve viniendo casi todo diciembre, sin descansar, para que estuvieran echándole al bote”. El músico ríe brevemente, para luego asentir que le fue bien en el último mes del año.

Ya sentado en una butaca del salón, intenta explicar la tradición que la marimba tiene en su tierra natal. “¿Por qué a los chiapanecos siempre nos da por la marimba? Porque era lo primero que había. No había una guitarra, no había nada. Hasta en los ranchitos había”. Luego un suspiro surge de su ser al reflexionar sobre qué le ha dejado la música. “¡Ah! Satisfacciones muy grandes… como tener presentaciones en el Teatro Degollado, no cualquiera entra al Degollado”.

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