Según el diccionario de la lengua, la palabra perspectiva proviene del latín y en su uso más remoto significaba "mirar a través de" u "observar atentamente". Es común en las conversaciones actuales referirse a la perspectiva personal o de alguna colectividad como el punto de vista particular que de algo se tiene por parte de esa persona o grupo. Podemos inferir que la longeva raíz de la palabra mantiene, en esencia, el sentido original de su uso.
Traigo a colación esta palabra porque, determinados principalmente por el calendario escolar, estos días suelen caracterizarse por el periodo vacacional de verano y, a juzgar por el tráfico de pasajeros en las distintas modalidades de transporte, podríamos asegurar que se trata del periodo más aprovechado para el recreo vacacional en nuestro país. Es una exageración lo que escribiré, pero da la impresión de que "todo mundo anda de vacaciones". En alguna otra entrega había dicho que cuando alguien usa el "todo mundo" simplemente se refiere a "su mundo", a las personas que conoce. Bien, es una exageración, pero es verano, descanso escolar y todo mundo anda de vacaciones.
Normalmente durante las vacaciones lo más saludable es tomárselas muy a pecho. No regatearles nada de sus ventajas y propósitos. Habrá quien asuma la seriedad que ameritan las vacaciones como una oportunidad para comerse todo el sol, arena y mar a su alcance, por ejemplo; y también habrá quien lo vea como la oportunidad, frecuentemente pospuesta, para leer la montaña de libros de los que se ha hecho en los últimos meses y que ingenuamente pensó que tendría tiempo de leer. Múltiples maneras hay, desde luego de aprovechar las vacaciones.
Hoy propongo reflexionar sobre otra posibilidad, de las múltiples, ya lo dijimos, que ofrecen las vacaciones. Se trata de la oportunidad que nos brindan con eso que llamaría "ganar perspectiva". Es decir, de obtener para sí el beneficio de enriquecer la mirada, amueblar la opinión y elevarse por encima del mundanal ruido de la cotidianidad y sus inercias aturdidoras.
Desde luego, hay diversas maneras de ganar perspectiva o, como escribíamos al principio, de observar atentamente. Con la mirada que alimenta la opinión pasa algo semejante a lo que ocurre con la vista: con el tiempo se cansa y se dejan de mirar detalles finos que marcan diferencias, que apelan por la particularidad y que son el canal privilegiado de lo específico de algo o alguien. Cuando eso sucede, nos ponemos bajo la guía del oculista con la intención de recuperar o reforzar nuestra vista y volver con ello a contemplar los detalles y la multiplicidad. Buscamos ganar capacidad de ver, mirar y, en última instancia, con ello enriquecer la experiencia de vida que a través de la vista podemos tener. Es de sobra conocido que a mayor conocimiento más ancho es el mundo percibido y más robusta la opinión que generamos.
Entre las formas comunes de ganar perspectiva está la lectura, la experiencia y, como se han encargado de describirlo en múltiples maneras la literatura y la realidad, los viajes. En este último sentido encuentro la unión entre las vacaciones y la posibilidad de ganar perspectiva. Pero no solamente por la riqueza intrínseca representada por las costumbres diversas a las que se expone alguien durante un viaje en particular, sino por el diálogo interno que puede generarse cuando no se está supeditado al trajín del día a día. Aún sin un viaje de por medio, pero sí con unas vacaciones tomadas en serio, se gana con la posibilidad de elevar la mirada por encima de la rutina y, desde esa vista, ganar en perspectiva.
Pienso que es valioso aprovechar las vacaciones, también, para ver desde arriba los juicios que le hemos comprado del ruido cotidiano, los debates que día a día seguimos por las noticias cobran un valor distinto desde la calma que la distancia ofrece y los matices que la lejanía contiene. Son una buena ocasión estos días para ganar en perspectiva.
@EdgarSalinasU