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CLAUDIA RIVERA MARÍN

La plena igualdad de las mujeres sería la señal más segura de la civilización

-STENDHAL-

El pasado 11 de febrero se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer. Ambas fechas se entrelazan para poner de manifiesto la desigualdad que existe para el género femenino, aunque en esta ocasión haré énfasis en el ámbito de las ciencias. Según datos de la UNESCO, menos del 30% de los investigadores en ciencia y tecnología son mujeres. Para incentivar su participación en los campos científicos, la UNESCO impulsa el Proyecto SAGA (STEM and gender advancement) con el que se apoya el diseño e implementación de políticas de ciencia, tecnología e innovación para favorecer la igualdad de género.

Si de por sí un 30% es un número bajo, consideremos también que muchas mujeres de ciencia reciben poco o nulo reconocimiento por su trabajo o incluso éste se atribuye injustamente a un hombre, situación que ha motivado la aparición de movimientos que pretenden rescatar y retribuir a las mujeres por sus valiosas contribuciones a la ciencia; tal es el caso de #NoMoreMatildas, causa impulsada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas de España (AMIT) con el objetivo de "recuperar referentes científicos para inspirar y fomentar la vocación científica en niñas y adolescentes". El nombre del movimiento se relaciona con Matilda Joslyn Gage, activista neoyorkina quien fue pionera en señalar la desigualdad y falta de reconocimiento a las mujeres de ciencia. Si bien la agrupación inició actividades en Europa, su lucha se ha reproducido en otros países pues cada vez se toma una mayor conciencia sobre la injusticia histórica sufrida por distintas mujeres que han quedado relegadas y sin el reconocimiento que merecen. Una de las interesantes propuestas de la AMIT es el lanzamiento de cuentos ilustrados llamados "La hipotética vida de" seguida del nombre de un científico (tal como Einstein, Fleming, Schrödinger), con lo que se busca reflexionar en cómo habría sido la vida de estos científicos si hubieran sido mujeres.

Un claro ejemplo del efecto Matilda es el caso de Trotula de Salerno, médica italiana que hizo importantes contribuciones en el campo de la ginecología y que le fueron atribuidos a su esposo. Lo anterior podría considerarse como "normal" en el siglo XII, pero ya en el siglo XX tenemos el caso de la biofísica inglesa Rosalind Franklin, que hizo importantes aportaciones sobre las moléculas de ADN pero fueron hombres los que recibieron el Premio Nobel en 1962 a partir de su trabajo.

Movimientos como éste cobran especial relevancia pues en pleno siglo XXI el IMCO (Instituto Mexicano para la Competitividad) menciona que en México, tres de cada diez profesionistas STEM son mujeres y sólo un 12% son empleadoras (el acrónico STEM, en inglés, se refiere a carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). La lucha por abatir la brecha de género en distintos ámbitos cada vez cobra más fuerza y el mundo de la ciencia no debe quedar relegado. El IMCO señala que esta brecha inicia desde la infancia por lo que es indispensable impulsar la formación científica en las niñas para aumentar su participación y reconocimiento en el mundo de la ciencia y la investigación, así como romper con paradigmas y estereotipos sobre la capacidad de las mujeres para desempeñarse en estos ámbitos.

Claudia.rivera@iberotorreon.edu.mx

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