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FERNANDO J. ARAUJO PULIDO

La coyuntura política-electoral en la que se encuentra inmersa el país a raíz de la efervescencia política derivada del cambio del ejecutivo federal para 2024 comienza a fragmentar al grupo hegemónico que actualmente se sitúa en el poder. Las y los presidenciables comienzan a tejer sus redes políticas y disponen de estrategias que rayan en lo simple dentro de la arena política, por lo general bajo la narrativa de asegurar la continuidad ideológica y política de lo que se viene haciendo.

No obstante, uno de los temas que estarán constantemente en la agenda pública será la construcción de estrategias de seguridad efectivas. En ese sentido, me atrevo a decir que es muy previsible escuchar un discurso que poco o nada se comprometa con erradicar los problemas de violencia y criminalidad desde la raíz. El discurso será simple: disminución de los homicidios y desapariciones, la ciudadanización de los cuerpos de seguridad y la erradicación del crimen organizado, acabar con la corrupción, es decir, más de lo mismo.

Ante tal escenario, es imprescindible que las y los colectivos, la sociedad civil y la academia articulen estrategias políticas que coadyuven a construir una agenda holística e integral para reconocer los sincretismos que producen la violencia, es decir, articular estrategias de seguridad desde un plano horizontal y comunitario. Ante esa posibilidad se requiere que las y los presidenciables poseen un mínimo de voluntad política y compromiso para desarrollar modelos reivindicativos sobre tres ejes fundamentales: la prevención del delito y las violencias, la reinserción integradora, la reacción policial con perspectiva de género y derechos humanos. Ante dicha complejidad se debe partir con una pregunta crucial para comprender la crisis de seguridad que vive México: ¿Qué acciones producen la violencia y la criminalidad

Si bien, no existe una respuesta única e inmediata ante tal emergencia social, si es posible identificar que a tal situación se le atribuyen condiciones estructurales que orientan los mecanismos de desigualdad y precariedad en un sector importante de la población. Para controlar, o en el mejor de los casos, disminuir la dinámica delictiva se requieren apuestas diferentes en el que hacer de las políticas de seguridad algunas de ellas podrían encontrarse en bases conceptuales, categorías y modelos que se ubican en la sociología criminal o en la criminología decolonial.

O tal vez, como mencionaba el sociólogo Wacquant en su libro Parias urbanos: Marginalidad en la ciudad en el siglo XXI (2008) menciona que la función social del es mantener y reproducir la desigualdad y la marginalidad en la sociedad contemporánea con la finalidad de que los grupos en el poder articulen discursos punitivos y de miedo para conservar una clientela política bajo el amparo de que el delito se concentra en áreas de pobreza y vulnerabilidad, y el enfoque punitivo del sistema penal contribuye a la estigmatización y la exclusión de sectores en condiciones de vulnerabilidad.

Notas para la agenda de seguridad 2024-2030

Fernando.Araujo@IBEROTORREON.EDU.MX

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