Hace unas semanas, algunas empresas le pidieron a AMLO aplazar un año el traslado de las operaciones de carga del AICM al AIFA. En su mañanera del 8 de junio AMLO se opuso: "Este aeropuerto lo hicimos en dos años... ¿Cómo van a pedirnos un año para el traslado? O sea, es si no absurdo, ilógico".
Lo ilógico es pensar que se puede hacer un aeropuerto para resolver el problema de conectividad de la capital en dos años. El gobierno presume haber levantado en ese tiempo una torre de control y las pistas donde aterrizan unos aviones. Esto refleja el enorme poder de AMLO para decidir qué se hace y la capacidad de ejecución del Ejército. Sin embargo, no podía salir bien.
Hay quienes lo han usado y lo defienden diciendo que es práctico y cómodo, aunque es lo mínimo para uno nuevo y con escaso tráfico... Pero no resuelve el problema de fondo: la conectividad aérea de la capital.
Fue absurdo e ilógico construir un aeropuerto sin haberlo planeado. En un valle cerrado como la CDMX, lo central era maximizar el uso del espacio aéreo, es decir, encontrar en cuál de los terrenos disponibles se ampliaba más la oferta potencial de vuelos. Santa Lucía utiliza el mismo carril de entrada que el AICM y sus salidas entran en conflicto con las de este. Por esto se había descartado.
Lo absurdo e ilógico fue cancelar un aeropuerto ya en construcción, resultado de muchos estudios previos. El mito genial de los terrenos de los peñistas es eso, un mito. Todos los terrenos del aeropuerto de Texcoco pertenecen al gobierno federal. AMLO lo canceló con una lógica política: mostrar quién manda.
AMLO entiende bien la lógica del poder, pero no la de los agentes de una economía de mercado. Las empresas requieren planear con cuidado el diseño y la operación de sus actividades para poder brindar al cliente un servicio de calidad y a un precio adecuado. Todo costo adicional lo acaba pagando el consumidor.
Desde la lógica política de AMLO estos son temas sin importancia. Se nota en sus proyectos, todos groseramente excedidos en presupuesto. Nunca ganarán dinero como para recuperar el capital y quizás ni para los gastos de operación, como es el caso del AIFA. Cuando una entidad pública pierde, lo pagamos los contribuyentes. El pasajero del AICM hoy paga un impuesto que en su mayoría se utiliza para pagar lo ya construido en Texcoco.
En ninguna de las grandes obras del Presidente hubo planeación. Hasta la que parte de una intuición económica razonable, como hacer del Istmo un nodo logístico y de manufactura, tendrá grandes problemas. No es parte de una estrategia integral de promoción de la inversión, casi parece lo contrario: al arranque del sexenio cancelaron un programa del gobierno de Peña Nieto con objetivos muy similares que permitía un entorno de negocios preferente: las zonas económicas especiales, dos de ellas en los puntos terminales del transístmico. ¿Por qué creería un inversionista que esta vez es diferente y sí habrá certeza y continuidad?
La tensión entre la lógica política y la económica no ha permitido al país aprovechar bien las enormes oportunidades que ofrece el nearshoring. En lugar de estar preocupado porque la CFE sea la empresa dominante del mercado, el gobierno podría estar presidiendo un boom en inversión eléctrica y en plantas manufactureras.
La absurda lógica económica de AMLO le ha funcionado bien políticamente, aunque queda la pregunta de cómo estarían sus niveles de aprobación si la economía estuviera creciendo al doble y en este verano ya estuviera operando el aeropuerto de Texcoco. No creo que AMLO haya ganado muchos apoyos adicionales por haberlo cancelado, pero sí perdió muchísimos por haberlo hecho. Sin embargo, polarizar ayuda a no discutir problemas graves, mucho menos enfrentarlos, como la expansión y empoderamiento del crimen organizado.
@carloselizondom
ÁTICO
Fue absurdo construir un aeropuerto sin planearlo. AMLO entiende bien la lógica del poder, no la de la economía de mercado.