Don Víctor, era el nombre con el que era conocido el personaje del que les voy a comentar el día de hoy, y digo personaje, porque eso me parecía a mí, un hombre que rondaba los 60 años de edad de porte erguido, pelo blanco gris, barbado y de hablar pausado, fuerte y muy claro. De cuando en cuando venía con su perro, “el Capitán”, un perro 100 por ciento criollo de pelo liso, colores negro, café y gris de talla más bien grande, también el perro denotaba cierta personalidad diferente, así como el dueño, con una expresión que, parecía no sólo estar oyendo, sino también entendiendo lo que de él se decía.
El motivo más frecuente de sus visitas a la consulta, era curar sus heridas, generalmente colmillazos de otros perros, que le hacían al competir por la comida, heridas por lo general no de mucha importancia. Un día llegó don Víctor apurado, con la boca seca y los ojos que parecían querer salirse de sus órbitas, con “el capitán” en sus brazos, ensangrentado y semi inconsciente, diciéndome con voz entrecortada: “ándele doctor que mi perro se muere”, “¿Qué le pasó don Víctor?le dije-, ¿otra vez se peleó?”. “No, lo hirieron con un cuchillo unos rateros”.
“A ver, pásele ponga a ‘Capitán’ sobre la mesa”, dándole una revisión rápida me di cuenta que presentaba varias heridas en el lomo y hocico, pero dos de las heridas eran de consideración, y por estas “el capitán” sangraba profusamente. Por fortuna pudimos reparar rápido la herida del cuello que perforó la yugular, y acto seguido suturamos también la herida de su pata delantera izquierda, parando por completo las hemorragias, y un rato después se estabilizó la condición del “capitán” mejorando el pronóstico inicial, normalizándose poco a poco sus signos vitales.
Salí y le informé a don Víctor que su perro se iba a salvar, que era cuestión de tiempo; poniéndose don Víctor muy contento y llorando de alegría me dijo: “’El Capitán’ me defendió aún a costa de su vida y lo que más siento es que los maleantes que lo hirieron, huyeron corriendo como si nada y todo por robarme cincuenta pesos de la venta de este día”, me dijo; y es que don Víctor era un recolector de latas, y las vendía por kilo para mantenerse él y “el Capitán” quien le era fiel hasta la muerte, demostrándolo con sus actos, al defender a don Víctor aún a costa de su propia vida.
Creo yo que esta relación era de puro interés entre “el Capitán” y don Víctor, y me refiero al interés de tenerse uno al otro como amigo, sin importar más nada que la pura amistad. Lo que yo no entiendo es a los cobardes que se atreven a quitarle lo poco que se gana la gente mayor con jornadas de trabajo muy largas y muy duras, no entiendo la alevosía de los cobardes, ya que no sólo era uno sino dos los mozalbetes que atacaron sin piedad a una persona de 60 años, para quitarle unos cuantos pesos.
De lo que sí estoy seguro es que esas personas han de vivir una vida de miseria, pero no por la falta de dinero, ya que éste se gana trabajando de una o de otra forma y para ejemplo está don Víctor, así como muchas otras personas, que como él se ganan el sustento honradamente. A la miseria que me refiero es a la falta de valores, y a la falta de respeto y cariño hacia el prójimo. Pero en fin, se me vino a la memoria aquella máxima que dice “nadie se va de este mundo, sin pagar las que debe”. Y ahora para terminar una gota de filosofía. Si vas a querer jugar conmigo… por tu bien… procura que yo también me divierta