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A la ciudadania

¿Legado generacional incierto?

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

El sociólogo alemán Ulrich Beck escribió el libro La sociedad del riesgo global, concepto que llama a la reflexión sobre la época histórica que vivimos, donde los eventos o procesos que suceden en algún sitio del planeta están interconectados o tiene relación con otros ubicados en ámbitos distantes. Estamos en una fase de internacionalización recóndita del capitalismo, o como se le dice ahora, de globalización.

Beck plantea que entre los grandes problemas que enfrentan los países o regiones del planeta para desarrollarse, están los riesgos que implica el manejo de la tecnología y la relación con el ambiente, quizás el ejemplo más plausible y conocido sean las alteraciones al clima originadas por el uso de combustibles fósiles en actividades económicas y domésticas, la deforestación, la ganadería y la agricultura no sostenibles, que están teniendo diversas repercusiones en distintos sitios del planeta. El problema que resulta de esto es que pareciera que ya son fenómenos normalizados, sobre los cuales evadimos o negamos tener responsabilidad en las causas que los provocan y, al parecer nuestras capacidades para revertirlos se ven muy limitadas, como evitar que la temperatura se eleve anunciando la continuidad de fenómenos meteorológicos extremos hasta que se defina un clima diferente al que tenemos.

Desde luego no compartimos la visión alienada que nos comparten las élites económicas y políticas sobre lo que está sucediendo, por ello opinamos basándonos en la ciencia y nos vemos obligados a expresarnos públicamente con una visión que puede ser contrapuesta a la que nos transmiten dichas élites, una visión ciudadana que asuma la responsabilidad que tenemos ante la realidad que enfrentamos. Algunos reconocemos que permitimos, por omisión o complicidad, las decisiones no siempre acertadas que se tomaron y que están conduciendo a este desorden no visibilizado que caracteriza a la sociedad en que vivimos.

Ciertamente no es solo una responsabilidad generacional, sabemos que en el fondo el origen de las condiciones que prevalecen se encuentran los intereses económicos y políticos que han lucrado para crear las condiciones que determinan a las sociedades del riesgo, global o situacional, ante las cuales no podemos continuar siendo omisos. Sin embargo, como generación que permitió lo que sucede no deja de preocuparnos, puesto que estamos legando a las siguientes generaciones condiciones de vida cada vez más complejas y con menores márgenes para resolverlas.

Esto no es genérico, es algo que tenemos enfrente en nuestra propia región. Si revisamos los planes de acción contra el cambio climático de los estados de Coahuila y Durango, nos presentan escenarios tendenciales críticos para tres generaciones de lo que es posible sucederá en el transcurso del presente siglo. De continuar las cosas como están, los impactos que tendrá el cambio climático en nuestro territorio enfrentaremos un déficit hídrico cada vez más severo, no porque no tengamos disponibilidad de agua, sino porque no hemos sabido gestionarla.

Por ello tenemos que visibilizar lo que sucede, no ocultarlo o presentarlo como verdades a medias. La preocupación por asegurar reservas de agua para enfrentar el estrés inevitable que nos provoca ese déficit hídrico y, ojalá no lleguemos al nivel de inseguridad hídrica, es insoslayable, algunos creemos que aún tenemos tiempo de corregir los errores cometidos en la gestión del agua para cambiar los escenarios tendenciales por escenarios deseables, para lo cual tendremos que tomar decisiones que tendrán un costo económico y político, pero mayores beneficios sociales y ambientales.

Esto no va ser posible si el ciudadano común, el que labora día a día para vivir en la medianía, o el que subsiste en la pauperización, se informe, porque es quien forma parte del estrato mayoritario que paga los costos del déficit hídrico que estamos viviendo, el que sufre porque en su vivienda no fluye agua y tiene menores posibilidades de adquirirla por sus propios medios, el que tiene que esperar la pipa que envía el gobierno. Dentro de este estrato social son los niños, los adultos mayores y las mujeres quienes mayormente resientes los efectos del desabasto, es el estrato social que tendrá menor margen de maniobra para adaptarse o mitigar los impactos del cambio climático, como el aumento de la temperatura y la disminución de la precipitación.

Queramos o no, es una preocupación generacional dejar un legado a quienes nos sucedan, distinto al previsible de continuar las tendencias actuales, un legado de seguridad hídrica y no de incertidumbre. Finalmente, como expresa Beck en su libro, los fenómenos que padecemos, que para nosotros son sequías con mayor grado de severidad o frecuencia, que no las provocamos directamente, es un fenómeno relacionado con la economía a nivel global, pero que si podemos actuar en nuestra localidad para mejorar las condiciones que nos permitan adaptarnos o mitigar sus impactos.

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