No se hagan bolas: los marines no nos invadirán. Si les inunda un espíritu nacionalista, no se preocupen; pero si han fincado todas sus esperanzas en el rescate yanqui, se llevarán una gran decepción.
El gobierno de Estados Unidos no tiene interés en hacerse cargo de nuestros problemas de seguridad. Invadir un país para construir un Estado moderno fue inútil y les salió muy caro en Irak y Afganistán.
El ruido reciente es grilla electoral. Para un republicano ambicioso es una manera de ganar reflectores y presionar a Biden. No veremos marines en suelo mexicano, aunque sí seremos su punching bag.
La principal lección en Estados Unidos del juicio de García Luna es que la penetración del crimen organizado y la corrupción en altas esferas del gobierno mexicano explicaban el tráfico de cocaína. La facilidad con la que los cárteles mexicanos ahora producen fentanilo y lo exportan a Estados Unidos, donde el año pasado murieron más de 110 mil personas por sobredosis de opioides, se explica, según esa lógica, porque continúa tanto la corrupción como la vinculación entre crimen organizado y gobierno.
La presión de Estados Unidos por frenar la entrada de fentanilo es cada vez mayor. Ello, junto a las amenazas que para su seguridad nacional representan las organizaciones criminales cada vez más fuertes, es lo que les importa; no la inseguridad en nuestro país. Ésa la vamos a tener que resolver nosotros.
Estamos lejos de la pacificación prometida. La disminución de homicidios dolosos desde el inicio de este sexenio, siendo el 2018 un año inusualmente violento, a enero de este año es del 11 por ciento, pero si comparamos enero del 2022 con enero de 2023, hay incluso un incremento de 6.9 por ciento. En lo que va del sexenio, el número de homicidios dolosos es el más alto de la historia del país, más de 117 mil. En la CDMX vivimos en una burbuja de relativa seguridad, pero en buena parte del país el deterioro ha sido notable.
El aglutinador de la marcha del pasado 8 de marzo -con muchísimas más asistentes de las 90 mil reportadas por el gobierno capitalino- fue la inseguridad. Las pancartas eran claras: "Harta de avisar que llegué viva"; "Si mañana soy yo, ve a todos los festivales a los que no pude ir". Las mujeres tienen miedo de estar en la calle y también en sus casas. Ahí, con toda impunidad, se cocina también el acoso sexual y el asesinato.
Se hizo lo prometido: se destruyó la Policía Federal y se creó la Guardia Nacional. Ya están desplegados cerca de 120 mil de sus efectivos. También hubo un fuerte aumento en el presupuesto de las Fuerzas Armadas. Pero no se cumplió el objetivo de pacificar al país. Tener más soldados patrullando las calles, como lo han señalado los expertos en la materia, no contiene al crimen. La premisa de que si no se le atacaba, se pacificaría el país; de que con sólo percibir la fuerza del Estado se contendría el crimen, resultó falsa.
Hay una expansión de los grupos criminales en buena parte del país al no encontrar mayor resistencia de las fuerzas del Estado. No siempre nos enteramos del horror y nos hemos ido acostumbrando, salvo si los afectados son estadounidenses, como en Matamoros. Al gobierno de nuestro vecino sí le importa la seguridad de sus connacionales, y los medios de comunicación allá hicieron el ruido suficiente no sólo para que el gobierno mexicano reaccionara, sino para que los criminales, transparentando quién controla Matamoros, entregaran a los presuntos responsables, los cuales ya confesaron su culpabilidad. Los jefes de estos grupos tienen claro el costo de matar a un estadounidense. ¿Cómo hacer para que también les cueste matar a un mexicano? Con abrazos ya no fue.
La retórica no va a contener al crimen organizado ni va a disuadir a los republicanos de su campaña contra México. Los 20 meses que le restan al sexenio pueden ser los más violentos y complicados.
@carloselizondom
ÁTICO
EU no tiene interés en hacerse cargo de nuestra seguridad, esa le toca a México, pero estamos lejos de la pacificación.