Por estos días, y más por estas noches, hace en el Potrero un frío que congela.
Eso alarga la sobremesa en la cocina al terminar la cena. Una taza de té de yerbanís o dos copas del mezcal de la Laguna quitan todos los fríos del cuerpo, y también algunos de los que sufre el alma.
Relata don Abundio en presencia de doña Rosa, su mujer:
-Le dolía la cabeza, y fue con el médico que hacía su servicio social en el ejido. El doctor le dijo que le iba a poner una inyección. Rosa la preguntó: "¿En dónde me la va a poner?". Respondió él: "En una nalga". Rosa se enojó. Le dijo: "¿Qué chingaos tiene qué ver la nalga con la cabeza?".
Reímos todos, y doña Rosa se atufa. Dice encalabrinada:
-Viejo hablador.
Don Abundio figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...