En esta época del año la conversación de sobremesa se alarga después de la cena en la cocina del Potrero. Anoche don Abundio contó la historia de aquel hombre que era muy friolento. Siempre tenía frío el desdichado, así hiciera calor. Se la pasaba metido en su cama, arrebujado entre las cobijas, o sentado en un sillón cubierto con una gruesa colcha. Aun así seguía tiritando.
Murió por fin, y se fue al Cielo, pues por el frío que de continuo sentía jamás había cometido ningún pecado. Pero en la morada celestial siguió temblando. Se quejó con San Pedro: la temperatura del lugar, le dijo que era gélida. Debía enviarlo a otro sitio donde no hiciera frío. Le dijo el portero celestial:
-El único donde siempre hace calor es el infierno.
Y lo envió allá.
A los pocos días San Pedro sintió curiosidad por saber cómo le iba al friolento en el infiero. Llamó a la puerta y Lucifer le abrió. Desde adentro se oyó una voz temblorosa:
-¡Cierren esa puerta!
Reímos todos. En ese momento alguien llega a la casa. Y todos, divertidos, decimos al unísono:
-¡Cierren esa puerta!
¡Hasta mañana!...
