Las historias inventadas que cuenta don Abundio parecen verdaderas; y las historias verdaderas que relata parecen inventadas.
La otra noche, en la sobremesa de la cena en la cocina del Potrero, narró la forma en que conoció a doña Rosa, su mujer.
-Fui a un baile del Sábado de Gloria en el ejido de Jamé. Entre las muchachas que ahí estaban vi a una vestida de negro que me llenó el ojo. Cuando empezó la música fui y la nombré. (Nombrar a una muchacha significa invitarla a bailar). Ella salió, pero me dijo:
-Nomás báileme despacito, y no me apriete mucho, porque tengo luto.
Reímos todos, y doña Rosa se molesta. Dice atufada:
-Viejo hablador.
Don Abundio forma con los dedos índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...