Un viento oscuro llena la noche del Potrero de Ábrego. Bien cerradas las ventanas, con doble llave las puertas del frente y del corral, las sibilantes ráfagas no pueden meterse a la casa y se van con su torva música a otra parte.
Terminada la cena es más larga la sobremesa en la cocina. Doña Rosa cuenta una anécdota de Abundio, su marido.
-Fue con don Severiano, el juez del rancho, y le dijo que su vecino Chon le había robado un marrano. Quería que fuera con él a quitárselo.
-¿Cuándo fue el robo? -preguntó don Severiano.
Respondió Abundio:
-Hace un año.
-¿Un año? -se admiró el juez-. ¿Y por qué hasta ahora vienes a reclamar el marrano?
Contestó:
-Es que estaba esperando a que Chon me lo engordara.
Reímos todos, y don Abundio masculla con enojo:
-Vieja habladora.
Doña Rosa forma con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...