Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que su esposa iba a tener un hijo, dio un nuevo sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre, y continuó:
-Es difícil ir por la vida sin creer en algo. A mí me sorprende que la cercanía de la muerte lleve a muchos a creer, siendo que en la cercanía de la vida se mantuvieron incrédulos. Si no hay Dios, y crees que lo hay, no pasa nada; pero ¿qué tal si no crees en Dios y resulta que existe? Entiendo que por ahí va la apuesta de Pascal. Yo creo que en los temas de Dios no hay que apostar. Lo mejor es creer, por si las dudas. Yo he leído demasiado, por eso soy un poco incrédulo. Pero en horas difíciles hago a un lado lo leído y traigo a la memoria las oraciones que me enseñó mi madre. Las lecturas me intranquilizan; esos recuerdos me devuelven la tranquilidad. A veces, sin embargo, pienso que es mejor estar intranquilo. En la duda se basa el progreso de la humanidad.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...