La primera vez que la muerte fue a buscar a doña Chole no la halló: andaba con las cabras en el monte.
La muerte se enojó: había hecho el viaje de oquis, es decir en vano, sin resultado, sin provecho.
Cuando un año después volvió por ella tampoco la encontró. Esta vez había ido al agostadero a traer una yegua que se desbalagó.
Pasaron meses y regresó la muerte, pues el tiempo de doña Chole era acabado ya. "Ha de tener la misma edad de Dios", decía para sí la muerte. De nueva cuenta se quedó con las manos vacías: en esa ocasión doña Chole estaba en la labor cortando chile para cocinar un asado de puerco.
La muerte dejó ya de buscar a doña Chole. Nunca la halla porque siempre anda ocupada en algo. Ayer la vi haciendo peines de ixtle para venderlos en el mercado del domingo.
¿Cuántos años tiene doña Chole? No lo sé. Desde luego no llega a la edad de Dios, que es incluso más viejo que el nogal grande de la huerta. Pero tiene muchos años. Quizá todos.
¡Hasta mañana!...
