-EL DÍA ESTÁ MOTELERO.
Así solía decir un cierto amigo mío cuando el día estaba gris, con llovizna o niebla y friecillo.
Un clima como ése tuvimos ayer en mi ciudad. A mí me agrada tal temperie, si me es permitido usar un vocablo ya en desuso. No me provoca melancolía o murria; más bien me invita a la recordación nostálgica. Evoco entonces a los que se fueron, y traigo a la memoria versos escritos desde la tristeza: "Dolor, qué callado vienes...". "Puedo escribir los versos más tristes esta noche.". "Hoy como nunca me enamoras y me entristeces.".
A mí la tristeza no me pone triste. La siento como caricia de una buena amiga. Si pudiera le escribiría un poema, pero eso la entristecería. Le hago entonces una caricia yo también, y los dos nos ponemos a mirar la bruma del jardín y el gris del cielo.
Doy gracias por la tristeza, igual que agradezco la alegría. Las dos van conmigo por la vida, amables compañeras. A veces una me toma por el brazo, a veces la otra. Yo las quiero a las dos, a ésta por alegre, a aquélla por triste. Y con igual amor quiero a la vida, por triste y por alegre.
¡Hasta mañana!...