AQUEL DÍA SAN VIRILA NO HIZO NINGÚN MILAGRO.
Les dijo a los aldeanos:
-El día es el milagro de este día. Cada nuevo amanecer es un prodigio, un regalo que el Señor nos da y que no sabemos apreciar y menos aún agradecer. Si vemos cómo se van los días deberíamos recibir con brazos abiertos y corazón emocionado cada uno que nos llega. Celebramos cada año de nuestra vida. Si en verdad conociéramos el valor del tiempo -y el valor de la vida- tendríamos que celebrar cada día, y dar gracias por él antes de entregarnos al sueño por la noche. Saludemos por la mañana al nuevo día. Digámosle: "¡Qué milagro!".
Aquel día San Virila no hizo ningún milagro.
El milagro ya estaba hecho.
¡Hasta mañana!...