En las sobremesas de la casona del Potrero no se habla nunca de política ni de religión.
Son, entonces, sobremesas educadas y pacíficas.
La otra noche, por excepción y por ser en Coahuila tiempo de elecciones, doña Rosa contó de la vez que don Abundio su marido se postuló como candidato a comisario ejidal.
-Su adversario -relató- era un muchacho de mucha labia, popular, al que apoyaba el líder agrario. Su triunfo en la elección era seguro. Pero Abundio les pidió a todos los ejidatarios su número de calzado: fue a Saltillo y les compró un par del color que le habían dicho. Regresó al Potrero y le dio un zapato a cada uno de los que iban a votar. Les dijo:
-Te daré el otro si gano la elección.
Los electores eran 65. Abundio sacó 64 votos. Y decía:
-Yo, por modestia, no voté por mí.
Don Abundio se atufa al oír la narración. Masculla:
-Vieja habladora.
Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...