John Dee dedicó 40 años de su vida a buscar la sabiduría.
Sus discípulos pensaban que la había hallado. Él decía que no. Afirmaba:
-Mientras más sé ignoro más.
Un día el filósofo conoció a una muchacha campesina, se enamoró de ella y la desposó. Ella, al fin mujer, sabía muchas cosas que Dee desconocía. Una de esas cosas era el amor. Cada noche el recién casado dormía menos y aprendía más.
El maestro dejó de buscar el saber en sus infolios, en sus aparatos de física y astronomía, en retortas y almireces de alquimista. Dijo a sus estudiantes:
-He descubierto que el único saber que vale es amar y hacer el bien. Ésas son las mejores ciencias, y no hay arte mejor.
Los discípulos se desconcertaron. Ellos estaban acostumbrados a buscar la sabiduría en las retortas, en los infolios y los aparatos. John Dee sonreía y los aseguraba:
-Ahí no está.
¡Hasta mañana!...