El Padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia. Le preguntó:
-Señor: ¿por qué usabas parábolas en tu predicación?
Respondió él:
-A los hombres, igual que a los niños, les gustan los cuentos. Y también a mí.
Volvió a preguntar el Padre Soárez:
-De todas las parábolas que relataste ¿cuál es la que te gusta más?
Sin vacilar dijo Jesús:
-La del hijo pródigo; ésa que habla del perdón que aguarda siempre al pecador, al descarriado; ésa que trata de la infinita misericordia de Dios. Tan bella es esa parábola que Rembrandt la hizo suya.
Quiso saber el Padre Soárez:
-¿Quién es el hijo pródigo?
Contestó el Señor:
-Todos.
¡Hasta mañana!...