Cuando llueve en el Potrero los hombres vuelven a creer en Dios. Las cabras, que antes rechazaban al chivo, lo reciben ahora de buen grado, pues saben que habrá hierba para su alimento, y por tanto leche para sus crías.
En la cocina de la antigua casa las conversaciones que siguen a la cena se animan otra vez. Doña Rosa, la mujer de don Abundio, narra:
-Cuando Abundio era joven fue a Saltillo. Era la época de Navidad, y cuando compró unas botas en la zapatería le dieron un almanaque. Después surtió el mandado que le encargó su madre, y el abarrotero le regaló igualmente un almanaque. Lo mismo le sucedió en la botica: también ahí le dieron su almanaque. Por la noche fue con las pintadas. Estuvo con una de ellas, y cuando le pagó le dijo: "¿No me va a dar mi almanaque?".
Todos reímos, y don Abundio se enfurruña:
-Vieja habladora.
Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, lo besa y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...