La puerta de la casa estaba abierta, y algo entró.
No sé qué.
Un viento oscuro.
Un silencio infinito.
Quizá Dios.
Y se la llevó.
Cuando quisimos verla ya no estaba.
Igual que cuando murió mi madre, la casa se hizo más grande, y yo me hice más pequeño.
Ahora hay cinco huérfanos más en este mundo: mis cuatro hijos y yo.
Ahora estoy perdido, pues sólo en ella me encontraba.
Ahora no sé quién soy, pues sólo en ella era.
Ahora yo, que vago en soledad por la casa vacía, dejo abierta la puerta para que entre el oscuro viento, para que entre el silencio infinito, para que entre Dios.
Así volveré a verla.
¡Hasta mañana!...