Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que se perdió en el bosque, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre-, y continuó:
-Dice un antiguo proverbio que todos los caminos llevan a Roma. Invierto las letras de la última palaba, y digo que todos los caminos llevan a Amor. A juicio mío -pobre juicio, como mío, pero juicio al fin y al cabo- Amor es el nombre último y verdadero de ese misterio al que algunos llaman Dios.
Prosiguió el filósofo:
-Quizá decir "Dios", decir "Amor" y decir "Vida" sea decir la misma cosa.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!.