El trueno truena sobre el extenso valle del Potrero, y sus ecos se multiplican en las alturas de la alta sierra llamada el Coahuilón.
Es buena música para nuestros oídos esa música. Trae en sus notas la promesa de la lluvia. Los fragores como de Wagner o Berlioz suelen hacer que las nubes entreguen su beneficiosa carga.
A las pequeñas criaturas el trueno las asusta. Los polluelos corren a esconderse bajo las alas de la gallina madre, y los corderitos buscan el abrigo de la impasible oveja. Los pájaros desaparecen en las frondas, pues otras veces han sabido del granizo.
Bienvenido sea el trueno si a su estrépito sigue el don del agua. ¿Vendrá ahora? No lo sé. ¿Quién puede adivinar la voluntad de una nube? También yo soy una pequeña criatura. También yo he conocido los golpes del granizo. Escucho la voz del trueno y oigo que le responde en lo alto la voz de la esperanza.
¡Hasta mañana!...