SEQUÍA.
En el camino del Potrero el viento levanta remolinos de polvo que ponen su nota gris sobre el azul del cielo.
Los antiguos pobladores de estas tierras decían que en esos giros andaba el diablo, al que llamaban Cachiripa. A fin de conjurarlo le gritaban maldiciones al remolino y le lanzaban piedras para que se fuera a otro lado.
Ahora los lugareños ya no creen en Cachiripa, pero por sí o por no siguen maldiciendo y tirando piedras cuando el polvo hace giros en lo alto. Ninguna precaución está de más si el diablo anda en el vecindario.
Yo no sé si creer en el demonio. Por motivos familiares creo en Dios, y a veces pienso que en términos de equidad debo dar el mismo crédito a su competidor. Ahora se ha ido el remolino. Quizás escuchó las maldiciones y alcanzó a ver la amenaza de las piedras. Seguirá, sin embargo, la sequía. El remolino volverá. Y por sí o por no.
¡Hasta mañana!...