La conversación de sobremesa después de la cena en la casa del Potrero se anima con una copita de mezcal para cada uno de los tertulianos. Basta un par de tragos del recio mezcal de la montaña para avivar los recuerdos y hacer que las palabras salgan libres.
Don Abundio narra:
-Rosa y yo éramos novios. Joven y fuerte yo, guapa ella, le preguntaba cada noche: "¿Cuándo?". Me respondía siempre: "Cuando nos casemos". Nos casamos. Y a partir de entonces ella era la que me preguntaba a cada rato: "¿Cuándo?".
Reímos todos, y se mortifica doña Rosa. Dice apenada:
-Viejo hablador.
Don Abundio figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...