El Señor hizo el mar.
Después de hacerlo se jubiló de su trabajo de creador, pues supo que del mar iba a salir la vida.
Salió, en efecto. Del agua sale todo.
Por eso cuando los hombres ven el mar sienten la presencia de Dios. Por eso se dice que en el mar no hay ateos.
El mar, el eterno y grande mar, es uno de los representantes que Dios tiene en el mundo.
Tú y yo, tan fugaces y pequeños, somos también imagen de la divinidad.
Tú y yo somos el mar.
Somos parte de Dios.
Mínima parte.
Pero de Dios.
¡Hasta mañana!...