¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la vez que me perdí en el bosque?
Por seguir a una parvada de guajolotes silvestres, muy difícil de hallar y ver de cerca, abandoné el sendero conocido y extravié el rumbo. Cuando quise regresar a la vereda para volver a casa ya no la encontré. Se iba la tarde, y temí que la noche me alcanzara en la montaña.
Tú me miraste con ojos que eran al mismo tiempo de reproche y lástima, y luego echaste a andar con paso firme. Entendí que debía seguirte. No pasó mucho rato sin que encontraras el camino. Llegamos a la casa junto con la noche. Entonces me viste otra vez, en esta ocasión como diciéndome: "No lo vuelvas a hacer".
Ahora traigo otra vez perdido el rumbo, Terry. Tú sabes bien por qué. He buscado el camino en el que dijo: "Yo soy el camino", pero mi fe vacila y la duda se alza ante mí como una sombra. Tú evitaste aquella vez que las tinieblas de la noche me atenazaran en medio de la soledad. Acompáñame ahora igual que entonces. Tu recuerdo me mostrará otra vez el camino a casa. A su casa.
¡Hasta mañana!...