EL ESPEJO CREE QUE LOS HOMBRES Y LAS COSAS LO REFLEJAN A ÉL.
Le mortifica que los hombres estén empañados por manchas del espíritu que los oscurecen: la soberbia, la envidia, la mezquindad, el odio, la ambición. Las cosas, en cambio, tienen la humildad de la materia. La silla se conforma con ser silla; la alfombra no se siente humillada porque la pisan; el escritorio no se enorgullece por guardar en sus cajones papeles importantes. Las cosas reflejan al espejo con la claridad de la inocencia.
Por la noche el espejo duerme. Yo paso frente a él con pasos quedos. Temo despertarlo, pues si se despierta deberé reflejarlo, y él advertirá todas mis opacidades, todas mis sombras.
Regalaría el espejo para que alguien se lo llevara lejos, pero sabe demasiados secretos de la casa. Los espejos siempre dicen la verdad, lo cual constituye una de las más crueles formas de la crueldad. Estoy condenado, pues, a sufrir prisión de espejo. Estoy sentenciado a verdad perpetua.
¡Hasta mañana!...