Los martes por la noche mi amigo y yo bebemos y charlamos. En ese orden.
Ayer yo deseaba hablar de Dios. Él, con más sentido del misterio, habló de mujeres. Mejor dicho, habló de una mujer.
-Busqué tener su cuerpo -me contó-, y ella me robó el alma. Cuando hacíamos el amor no había en el lecho más que un solo cuerpo y una sola alma. Quiero decir que nos amábamos. Ella tenía mansedumbres de tórtola y fierezas de pantera. Su piel era de color gitano. Su cabello era más negro que el más negro color negro. Cerraba los ojos en el momento del placer y los abría para mirarme en el momento del espasmo. Al recordarla me recuerdo yo, que me he olvidado de ser yo.
Tengo mal vino, lo confieso. Las copas me ponen trascendente. Le digo a mi amigo:
-Hablemos de Dios.
Me contesta:
-De Dios estoy hablando.
¡Hasta mañana!...