La Bella Durmiente yacía en su lecho de cristal.
¡Qué hermosa se veía en ese sueño que ya duraba siglos! Su tez había conservado el color y tersura de la vida; sus mejillas eran de rosa y de marfil; sus labios tenían el rojo tenue del amor que espera.
Todo en torno de la Bella Durmiente dormía también. Dormía el rey, su padre, y dormía la reina, su mamá. Dormían las meninas y las dueñas que cuidaban de ella. Dormía el mayordomo de la corte y dormían los cortesanos todos. Dormían los lacayos; los animales dormían en las cuadras, lo mismo que los lebreles y el halcón real.
En caballo con alas llegó el Príncipe Azul. Vio a la Bella Durmiente y al punto se prendó de ella. Descendió de su albo corcel, se inclinó sobre la princesa y le dio un beso de amor.
Despertó la Bella Durmiente y presentó una demanda contra el príncipe por acoso sexual.
¡Hasta mañana!...