-Hazme un milagro -le pidió un hombre a San Virila.
Quiso saber el frailecito:
-¿Para qué lo quieres?
Dijo el sujeto:
-Para poder creer.
Le indicó San Virila:
-El que cree no necesita milagros para creer. Con la fe, que es de por sí un milagro, tiene suficiente. El que no cree está rodeado de milagros y no los sabe ver. Tú mismo eres un milagro y no te das cuenta de ello.
Masculló el hombre:
-No te entiendo.
Sonrió San Virila y respondió:
-Milagro sería que me entendieras.
¡Hasta mañana!...