Cada año, en el aniversario de su boda, se aparece en la casona de Ábrego el fantasma de Tulitas -Gertrudis- de la Peña y Peña.
A los hombres nos está vedado verlo: sólo las señoras aguardan en los aposentos en penumbra el paso del espectro. Y es que la boda de Tulitas nunca se efectuó. Cuando su novio venía del Saltillo para desposarla fue asaltado por bandoleros en la cuesta, y ahí le dieron muerte.
Tulitas llega casi siempre con su vestido de novia y un ramo de flores blancas en la mano, pero otras veces se presenta llevando la bata de encaje que tenía dispuesta para la noche nupcial, y aun en ocasiones viene desnuda, como iba a estar para ofrecerse al deseo del amado.
Es por eso que a los varones se nos prohíbe ver el fantasma de Tulitas. Ninguna de las mujeres que la ha visto cuenta luego cómo es, y todas guardan un silencio empecinado cuando sus maridos les piden que la describan. Yo jamás he intentado verla, y nunca pregunté por su apariencia. No quise cometer un sacrilegio.
¡Hasta mañana!...