Este aire frío que al declinar la tarde baja del monte de las Ánimas es el invierno que nos dice hablando a lo ranchero. "A'i vengo".
No lo sentimos en la cocina de la casa de Ábrego. En el fogón arde la leña de manzano. Sus brasas no hacen humo, y en cambio perfuman el ambiente. La charla de sobremesa es animada. Don Abundio cuenta:
-Cuando Rosa y yo nos hicimos novios, tardé semanas en animarme a pedirle un beso. Una noche por fin tomé valor. Le dije: "¿Me permite darle un beso?". No respondió. Quedó callada. Le pregunté un poco molesto: "¿Qué es usté muda?". Me contestó: "¿Y usté qué? ¿Es paralítico?".
Reímos todos, menos doña Rosa. Enojada, le dice a su marido:
-Viejo hablador.
Él hace el signo de la cruz con los dedos índice y pulgar, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...