Este hombre fabricó una llave que abría cualquier puerta.
Todas las puertas pudo abrir, menos la suya.
Una y otra vez intentó abrirla, y la puerta se resistió a la llave.
Hizo otra, y otra, y otra más, y la puerta de su casa ya no abrió.
Cada día mucha gente busca a ese hombre:
-Perdí mi llave. Ábrame por favor la puerta.
Y la abre.
Pero su propia puerta no la puede abrir.
Ahora camina siempre por las calles; come de los botes de basura y duerme en un rincón. Aunque abre la puerta de todas las casas en ninguna lo reciben. Una cosa es abrir la puerta y otra muy distinta es abrir la casa.
Compadezco al hombre que puede abrir todas las puertas, menos la suya. Cuando muera querrá abrir la puerta del cielo y no podrá. Está condenado a vagar eternamente. Ayer por la tarde lo encontré y mi dijo con voz en la que había rencor:
-Todos estamos condenados a vagar eternamente.
¿Será cierto?
¡Hasta mañana!...