"¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!".
Así se dolió Bécquer en su dolida endecha.
No es que mintiera -los poetas nunca mienten-, pero pienso que quienes en verdad nos quedamos solos somos los vivos. Quienes de este mundo han partido para el otro no saben ya de soledad, ni de dolor y sufrimiento. No padecen los quebrantos que vienen con la enfermedad o la vejez. Deberíamos envidiarlos. Están ya libres de todas las penalidades anejas a la condición humana, y duermen el tranquilo sueño de la eterna paz.
Nos acompaña su recuerdo, y nosotros los acompañamos con el nuestro. Están con nosotros, y nosotros estamos con ellos. Se nos presentan en esa forma de vida que son los sueños, igual que estuvieron con nosotros en esa forma de sueño que es la vida.
Día de Muertos. ¿Por qué, si están tan vivos?
¡Hasta mañana!...