Paso ante el nogal grande del huerto y ganas me dan de quitarme el sombrero ante él.
Tiene quizás el doble de los años que yo tengo. Don Licho -Eliseo-, que está por cumplir el centenario, dice:
-Ese nogal ya era árbol cuando yo era niño.
El rayo partió su tronco en dos. Su fronda se secó. Pensamos que había muerto. Pero al llegar la siguiente primavera reverdeció y dio fruto.
Este año volvió a darlo. Es nogal criollo; sus nueces son pequeñas, de cáscara muy dura. Pero las palomas de ala blanca saben que son las más sabrosas y más ricas, y disfrutan las que han sido aplastadas por los hombres, los animales o los vehículos que por el camino pasan.
Mañana muy temprano iré a visitar al nogal grande. Si nadie anda por ahí me quitaré el sombrero y me inclinaré, respetuoso, ante él como ante un venerable sembrador que a pesar del rayo y del tiempo no se rinde. Se agitarán sus hojas en las ramas aunque no haya viento, y sabré que me está agradeciendo la visita.
¡Hasta mañana!...