-Una vez me vi al borde de la muerte.
La súbita declaración de don Abundio hace que callen las conversaciones en la sobremesa de la cocina de Ábrego. Tan repentina y dramática es la frase que parece que se ha detenido hasta el borbollar del agua que hierve en el caldero del fogón.
-Estuve muy malo. Me llevaron a Saltillo, al hospital. Ahí me operaron del estómago. Después de unos días el médico le dijo a mi mujer: "No se angustie más, señora. Su esposo se va a salvar". Ella se preocupó. Le preguntó a nuestra hija: "¿Y ahora qué hago? Como pensé que tu papá se iba a morir vendí toda su ropa y sus zapatos".
Reímos todos. Doña Rosa se enoja. Dice mohína:
-Viejo hablador.
Él hace el signo de la cruz con los dedos índice y pulgar, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...