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Óscar Bonilla hace arte de lo fantástico en su nuevo libro de cuentos

FOTO: El Siglo de Torreón / Saúl Rodríguez

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SAÚL RODRÍGUEZ

Un duende invadido por la nostalgia, un vampiro sin colmillos que busca sobrevivir, una chica que desaparece como acto onírico, una mandolina carcomida por la venganza, un demonio oriental que vaga en las calles de La Laguna, un cachorro profesionista que ha escupido la suerte a su amo, son las creaturas que habitan en Norte Folk (ICED, 2023), compendio de cuentos escrito por el lagunero Óscar Bonilla (Gómez Palacio, 1996) y el cual fue presentado este domingo en la Feria Internacional del Libro Coahuila (FILC) 2023.

Ganador del Premio Bellas Artes Juan Rulfo Primera Novela 2020 y becario en varias ocasiones de apoyos como el PECDA, el joven escritor estuvo en la Sala Enriqueta Ochoa del Centro Cultural Universitario, en Arteaga. Allí lo acompañó Gerardo Segura. En total, su reciente volumen de 72 páginas se integra por seis cuentos donde lo fantástico funge como lienzo para trazar las aristas de la emoción humana, enmarcados en escenarios de la Comarca Lagunera.

Se trata de un autor que dice no escribir sus obras de manera consciente, que habita entre la psicología de Carson McCullers y lo escatológico de Michel Houllebecq, alguien que percibe el oficio de redactar cercano a la escultura, pues intenta dar forma al pensamiento en bruto, de organizarlo mediante el cincel de la corrección.

En Norte Folk se muestran creaturas no necesariamente humanas, pero sí con emociones que corresponden a esta especie. Ellas llegan, irrumpen y cambian las vidas de quienes las rodean. En ocasiones acompañan, en otras conforman una especie de antagonismo y en otras más se visten con sentido heroico. Bonilla da paso a lo fantástico en un paisaje de árido color, pasea su pluma por la música, el sexo, los vicios y la desesperación que tiende a la venganza.

-En el primer cuento haces una descripción muy interesante del paisaje, ¿qué papel crees que juega este elemento a lo largo del libro y qué voz le otorgas?

El paisaje creo que lo condiciona mucho. No me había dado cuenta de eso hasta que una persona me hizo mención en otra novela, que hay muchos elementos visuales, que describo mucho las cosas, la luz, en fin, todo eso. Y creo que tiene que ver con la forma en que percibo la vida, porque asocio mucho el ambiente, la luz, el clima, con estados anímicos. Entonces recuerdo que, por ejemplo, en tal calor me sentía nostálgico y lo asocio con imágenes, con el desierto.

-Se da la situación de que algunos personajes desaparecen con la llegada del día. Es curioso cómo en la oscuridad de la noche se iluminan ciertas cosas que no alcanza a alumbrar el propio sol.

Sí y las personas son distintas porque el ambiente es distinto, el mundo distinto. No aquí, pero recuerdo un poema donde se habla de eso: el mundo no es igual a las seis de la mañana que a las cinco de la tarde, porque hay un juego distinto, unas reglas distintas que en el día. La gente se comporta de manera distinta y, en este caso, asumimos que la oscuridad permite que estos seres existan e interactúen con el mundo.

-¿Cómo explicas la propiedad de que estos seres fantásticos siempre lleven algo de humano con ellos?

Yo creo que una función de la literatura fantástica es tomar unos elementos que no tienen qué ver con la realidad para explicar la realidad misma. Lo que quiero decir es que todos estos seres, que en apariencia son fantásticos, tienen preocupaciones muy humanas: el duende está nostálgico, está solo, cercenado de su mundo, de su pasado; el vampiro también es una especie de Dorian Gray que vive una vida muy divertida, pero también se siente muy triste porque no tiene a la chica que quiere; luego tienes a la mandolina, que es un desastre y está resentida, su motivo es resentimiento, es venganza. Todas esas son emociones humanas para que las creaturas fantásticas sean un vehículo para explorarlas con más juego.

-¿De qué manera estas creaturas rompen el orden natural de las cosas?

Simplemente, porque aparecen en un punto que… es decir, el mundo, La Laguna, está normal y de repente aparecen estas creaturas y le cambian la vida a los humanos con quienes interactúan. Casi siempre los humanos son los héroes. De alguna manera, el elemento exterior es la creatura. Por ejemplo, en ‘Kobold’, el niño llega y se encuentra con un duende que irrumpe su mundo y termina con su familia al mostrarle una serie de situaciones. El perro, en el último cuento, roba el trabajo a su amo. Y el del vampiro creo es el único cuento donde el héroe es la creatura, pero también él entra a irrumpir la vida de las personas que interactúa, porque se dedica a seducir a estas muchachitas nada más para dejarlas a la primera que bebe su sangre. Ellos van alterando la vida de los humanos con los que se cruzan.

-Sé que eres seguidor de las obras de Carson McCullers y Michel Houllebecq, ¿percibes su influencia en Norte Folk?

Sí, sobre todo en el de ‘Kobold’. Voy a ir uno por uno. Con los elementos de McCullers con los que más conecto es su forma de ver el mundo muy melancólica, donde sus personajes son personas que se sienten solas. Así me sentí gran parte de mi juventud (aunque nunca fui un tipo solitario), por eso conectaba con McCullers y además sus personajes siempre tenían alguna deformidad, algunas cosas que los hacen distintos. De McCullers se pueden filtrar esos dejos de soledad y melancolía. Y de Huellebecq sí es por el lado más escatológico del libro: sexo que se menciona de manera muy explícita, drogas, alcohol. No tengo la crítica social que hace Houllebecq, no tengo ese ojo de sociólogo, quizá veo la vida más desde un punto de vista psicológico, en ese punto me parezco más a McCullers.

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