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RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

¡TODO DEPENDE DEL ENFOQUE. . .!

Aquel viejo cuento, que muchos ya conocen y, sin embargo, no pierde actualidad ni deja de tener interés, es el del tipo que en los primeros años de matrimonio le pregunta "melosamente" a su esposa: ¿Cómo amaneciste, vieja? Después de diez años, haciendo una "mueca" de desagrado, la ofende: ¡Como amaneciste vieja! Finalmente, después de los quince y subsecuentes años de llevar vida en común, en un tono de reclamo o reproche, el tipo dice a su linda esposa: "¿Cómo, amaneciste vieja?"

El cuento es útil a Panorama para dos fines: Primero. - Demostrar la riqueza y fluidez del idioma español o castellano, la importancia de los signos de puntuación, pues usando las mismas palabras, con el empleo de la interrogación, de la admiración, de las comas y de los puntos, se modifica sustancialmente el sentido de la oración, dándole un significado diferente a la frase que el tipo emplea dirigiéndose a la esposa.

Segundo. - Por otro lado, es útil para destacar la fragilidad de las relaciones humanas y específicamente el de una institución esencial como es el matrimonio, cuando no está fundado sobre bases firmes que permitan su permanencia a través de los años, que pueda resistir los embates del tiempo, las amenazas y acechanzas que pongan en peligro su existencia y duración; hay que decir, para ser congruentes, que en el cuento relatado, es el esposo quien se dirige a la esposa, pero bien podría ser que fuera ella la que se dirigiera a él, sobre todo en esta época de igualdad de género, época en la que la mujer ha alcanzado el nivel que tiene y que le es reconocido plenamente.

El relato que puede provocar risa, es oportuno para una reflexión de la cual obtener una enseñanza -Cuestión de enfoque- dirán algunos, detestable será para otros. Allá cada quien.

Como cuestión de enfoque puede ser también, el caso del joven papá que presentaba y presumía a su hijo ante el círculo de amigos, diciéndoles con orgullo: "miren amigos, ¡igualito a su padre! En efecto, contestaban ellos: "Es igual a su padre, porque a ti, no", y esbozaban todos una picaresca y maliciosa sonrisa, con lo cual ponen en duda o entredicho que el orgulloso joven sea el padre del infante.

En realidad, se trata de una broma pesada y de mal gusto que los "cuates" le gastan al protagonista del cuento, nacida de la confianza y camaradería que hay entre ellos, pero en verdad quienes somos padres debemos presumir y sentirnos orgullosos de nuestros hijos, no sólo de sus características físicas, sino sobre todo de los aspectos morales e intelectuales, los cuales son, obviamente, superiores desde cualquier punto de vista.

Por eso, en la celebración del Día del Padre, no debemos esperar que se nos festeje o que se nos entregue algún presente de parte de nuestros hijos, sino reasumir en tal fecha nuestra función y el rol que nos toca jugar en el concierto social, reiterando el compromiso de inducir conductas y proclamar valores en ellos que los hagan mejores ciudadanos; si son pequeños aún, prepararlos para la vida; y si ya son adultos, advertirles que si bien "el mundo es de los audaces", como dice el refrán, por sobre la audacia están la honestidad, el decoro y la dignidad, como seres humanos que somos.

Cuentos hay muchos, platicarlos y compartirlos hacen la vida más deliciosa, aligerando las tensiones y haciéndonos más optimistas y positivos, como el caso del hombre a quien un amigo" le dice, con la intención de lastimarlo: "Ponte listo Juan, porque tu esposa te engaña", esperando de él una lamentación o expresión de enojo o coraje, pero el tipo tranquilamente le contesta: "a mú" (imitando el mugido del buey), digo: a mí?" Es el ejemplo clásico del individuo que ve las situaciones difíciles o adversas con ánimo tranquilo y hasta festivo, sin preocuparse de cuestiones menores e intranscendentes que puedan alterar su vida. O como el caso que ahora recuerdo de la dama a quien alguien le dice con mucha seguridad, queriendo herirla: "Tu marido te engaña". Y ella responde serenamente: "¿Cómo, no se ha muerto?".

Colofón. - Saludo hoy como siempre, y recuerdo con cariño, respeto y orgullo a mi padre, don Raúl Muñoz Castro. Y me atrevo a decirle: "Papá, espero no haberlo decepcionado y como su hijo, haber aplicado fielmente los valores que usted me inculcó, los que me ayudaron a enfrentar retos, superar obstáculos, en fin a triunfar en la vida y formar una bonita familia como la que tengo: Lupita, mi esposa y mis dos hijos: Raúl y Valeria. Gracias papá, por su apoyo y orientación. (Pertenezco a la generación de los 50s y los 60s del pasado siglo en la que el trato con padres y mayores era el "usted". Hablarles de "tu", se consideraba como una falta de respeto.

Es la vida y así debemos entenderla. Lo dicho. ¡Cuestión de enfoque!

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