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Recuerdos de una vida olvidable...

Para el presente de mi mamá y el recuerdo de 'La Tigresa'

MANUEL RIVERA

Anoche, platicando con tu hermano mayor, cuya fidelidad y amor hacia ti lo demuestra con hechos, desplazando mi palabra inserta apenas en buenas intenciones, abordamos temas de moda, como las traiciones, la ilusión de la transformación y el disfraz de la amenaza de la fuerza, entre otros.

"Lo que hace falta, hijo, es recobrar e infundir valores", opinó mi tío Juan. Encontrar "simi gotas" con altos contenidos de virtudes no sería lo más difícil, dije sólo para mí, sino abrir la boca de todos para tragarlas.

Evitando que compitiera mi palabra de anhelos con los actos de realidad naturales en tu hermano, acepté que la transformación de México necesita, con urgencia, educación en valores humanos (a final de cuentas estos estarían presentes en el apoyo a la ciencia, la suma de verdades para acercarse a La Verdad o el respeto al miserable que sirve a los poderosos), pero observé que esa estrategia debería incluir metas a largo plazo, sólo alcanzables por el trabajo constante de generaciones, no por la espera sexenal de milagros.

Tratando de ser congruente con lo anterior, te comparto una experiencia relacionada con valores indispensables para toda transformación real: la lealtad, el agradecimiento y el reconocimiento de lo humano que a veces ocultan las apariencias.

Con la ilusión tardía de hacerlo en las condiciones que permitieran tus "¿a poco?" o "ya, no estés jugando, ¿en serio?", quiero expresarte mi sentir por el reciente fallecimiento de una personalidad de la cultura popular que me inspira e inspirará un respeto superior, magnificado por su excepcionalidad para asumirse como ser libre en estos tiempos de simulación colectiva o de temor a mostrarse como se es.

¿Sabías que un día amanecí platicando con doña Irma Serrano, "La Tigresa"? Pues a poco sí…

Carlos, camarógrafo non de un canal antecesor de TV Azteca, hombre que además desbordaba iniciativas para llevar exclusivas del ambiente de los espectáculos a su medio de comunicación, me pidió entrevistarla, aunque yo no trabajaba para la empresa gubernamental que administraba la televisora. Sencillamente, no había encontrado reportero disponible para esa misión.

Sabiendo que no era el mejor, pero era lo que había, me presenté cerca de las siete de la noche en el lobby del Crowne Plaza Monterrey, donde encontré a los dos listos para la entrevista. No pasó más de una hora para que doña Irma nos propusiera continuar conversando en su suite.

Mamá Rosy: ¡cómo disfruté ese encuentro con la inteligencia que abofeteó mis prejuicios! ¿Te acuerdas de las leyendas que sobre ella me platicabas? ¿Recuerdas la banalización que la ignorancia hacía de su belleza superlativa o de la obra de arte que a diario creaba en su rostro al maquillarse? De eso y más platicamos hasta cerca de las ocho de la mañana.

Iluminándonos con sus ojos rasgados, vistiendo elegante falda "midi" -en el lenguaje de la época-, viéndola disfrutar cada trago que daba a la bebida espirituosa que la acompañó también toda la noche, pero que nunca logró siquiera mecer sus sinuosidades, habló sin reservas lo mismo de la relación que tuvo con el expresidente Gustavo Díaz Ordaz y los regalos que este le hizo provenientes del patrimonio de la nación, que del gusto que ella se daba al usar su cara como lienzo. Inolvidables fueron sus palabras acerca de la excelsa manipulación del hombre cuando la mujer le hace creer que quien manipula es él.

Nunca perdió el tiempo reclamándome por hacerle preguntas incómodas, pues lo aprovechó para dar cauce a la expresión de su libertad, sin atarse a formas o miedos. Días más tarde, sabría que la entrevista sería transmitida durante tres domingos consecutivos.

Al amanecer, mientras Carlos recogía el equipo, en el umbral de la suite "La Tigresa" me regaló unas últimas palabras, las cuales me reservo, pero que sin duda hubieran reconocido el esfuerzo que realizaste para que no suspendiera mi educación.

Termino de desacomodar estas letras mientras tu corazón sigue latiendo con empeño ejemplar, momento propicio para asegurar desde ahora que la muerte no es la que hace buenas a las personas, sino las enseñanzas que ellas imparten para que los demás sigan viviendo.

Rosy, eres buena. Cuando llegue el momento, parte tranquila, sabiendo que este mundo es aún visitado por espíritus tan valientes como el tuyo y el de doña Irma, capaces de no rehuir ni la realidad ni la libertad.

riverayasociados@hotmail.com

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