ÁTICO
Sin contratación con base en el mérito y con opacidad, el quehacer público se corrompe fácilmente y se vuelve ineficaz.
Una de las razones, según AMLO, para hacer un nuevo sistema de salud con la creación del Insabi fue desmantelar un oligopolio en la distribución de medicinas. Si el principal cliente es el gobierno, ¿por qué no distribuir directamente, incluso con camiones del Ejército si fuera necesario, las medicinas del sector público?
Intentaron diversas estrategias, desde comprar las medicinas a través de una entidad de la ONU hasta usar la paraestatal Birmex para distribuirlas. Puros fracasos. Lo que parecen ideas geniales son inútiles sin los mecanismos para implementarlas.
El de AMLO es un gobierno con impulsos estatistas. Sin embargo, el país no tiene las capacidades gubernamentales para llevar a cabo procesos complejos ni hacemos el esfuerzo de construir burocracias competentes para lograrlo. Ello requiere dos principios detestados por este gobierno: contratación basada en el mérito y salarios competitivos, lo cual puede llevar a pagar más que los ingresos nominales del jefe del Ejecutivo. El mérito técnico obstaculiza premiar a los amigos. Presumir sueldos bajos es muy popular en un país donde tantos ganan poco.
Sin controles para contratar y despedir con base en el mérito, como sucede en las empresas privadas bien administradas, sin mecanismos de evaluación adecuados y con información opaca, el quehacer público se corrompe fácilmente y se vuelve ineficaz. Segalmex, creada por este gobierno para darnos autosuficiencia en granos básicos, está lejos de haberlo logrado. Produjimos en el 2022 casi lo mismo de maíz que en el 2018. Fijar precios de garantía como en el pasado ha llevado a conflictos políticos con los productores. En el camino, la Auditoría Superior de la Federación descubrió un fraude en Segalmex de unos 15 mil millones de pesos, más del doble del boquete de la llamada "estafa maestra" del sexenio de Peña Nieto.
Hoy está de moda quejarse de la privatización de los ferrocarriles, pero olvidamos que cuando era una paraestatal funcionaba muy mal y perdía mucho dinero. Hoy no tendríamos la capacidad para mover mercancías a través de ellos si aún fueran una empresa del gobierno.
AMLO ya sabe cómo funcionan sus paraestatales. Debe estar profundamente frustrado. Según el IMCO, a Pemex le ha inyectado 890 mil millones de pesos, y aun así requiere más recursos, produce mucho menos de lo prometido, con incendios regulares en sus instalaciones, y con una refinería en construcción en Dos Bocas atrasada y cuyo costo terminará siendo por lo menos el doble de lo presupuestado.
El Ejército y la Marina funcionan con disciplina y su personal se promueve con base en cierto mérito. Ésta ha sido una de las razones por las que el gobierno actual les ha encargado sus obras. Las Fuerzas Armadas son relativamente eficientes, en parte porque no tienen sindicatos extractivos, como la mayoría de las paraestatales, y los afectados por las obras públicas que construyen protestan menos. Además, se saltan los procedimientos ordinarios en sus contrataciones y son poco transparentes, con lo cual se abre la puerta a la corrupción. Si pueden hacer aeropuertos y poner vías de tren, ¿por qué no hacerlos responsables de operar las nuevas paraestatales de este gobierno?
Un primer problema es que, en medio de una crisis de seguridad pública, ello los distrae de su responsabilidad central. Otro es que no están educados en la lógica de maximizar utilidades ni saben de entornos empresariales competitivos. Lo suyo, la seguridad, es una actividad reservada al Estado, por más que el monopolio de la violencia legítima se lo está disputando en algunas regiones el crimen organizado.
Cuando los ejércitos administran paraestatales se suelen volver barriles sin fondo y fuente de enriquecimiento para algunos. Será una herencia más de este gobierno. AMLO está usando a las Fuerzas Armadas para satisfacer su instinto estatista, aunque en el camino las debilita en su tarea constitucional, la seguridad nacional.
@carloselizondom