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Pequeñas especies

Pequeñas especies

No es culpa mía

M.V.Z FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Jamás me cansaré de mencionar la nobleza de las mascotas, que aún en su lecho de muerte al escuchar la voz del amo, tratan de agradecer meneando lentamente su rabo respondiendo como lo hacían en su juventud.

Los veterinarios dedicados a las pequeñas especies, nos enfrentamos con éstas experiencias amargas por la que pasan nuestros pacientes, al tener que tomar la decisión de dormirlas para seguir evitando el sufrimiento debido a una enfermedad terminal, después de años de haber convivido con la familia, nunca llegaremos a acostumbrarnos a realizar una eutanasia como caso de rutina para un paciente que lo conocimos desde que era un pequeño cachorro.

Nos viene a la mente un gran número de experiencias, pues así como los ayudamos a ver la luz por primera vez mediante cesáreas, o devolvemos la salud con una cirugía al reconstruir esos tejidos desechos cuando sufren un percance, lamentablemente también les arrebatamos la vida en unos minutos que son eternos para nosotros, al aplicar la sobre dosis de anestesia.

Cuando acudimos al llamado del cliente, llama a su mascota cuando aún puede caminar, o nos dirigimos a ella que se encuentra tendida en el piso, lo primero que hace es levantar ligeramente su cabeza y trata de incorporarse sin lograrlo por la misma enfermedad que impide realizar tal esfuerzo, mueve ligeramente su rabo y continua con esa expresión de dolor que es muy perceptible para nosotros los veterinarios, entonces empieza la última despedida, le dirige tiernas palabras agradeciendo el dueño todos los años de su vida dedicados incondicionalmente a ellos, le trata de explicar la decisión tomada como el único camino a seguir para que deje de sufrir, la familia reunida se despide en silencio, únicamente con lágrimas de amor hacia su mascota.

El perro parece comprender las palabras de su amo tratando de menear por última vez su cola, con ese lenguaje moribundo sin levantar la cabeza del suelo, solamente alzando su mirada triste... contestando únicamente con la expresión de sus ojos… "Quien debería estar agradecido soy yo amo, me aceptaste en tu casa siendo un miembro más de la familia, aún sabiendo que no soy un perro de raza, jamás me faltó cariño, comida, un techo para protegerme, perdóname por los ratos amargos que causé, cuando me arrolló aquel auto, estuvieron conmigo día y noche cuidando mis heridas, las visitas al señor de la bata blanca cuando comía cosas que me causaban daño. Por eso y muchas cosas más estoy agradecido, tuve una vida feliz, como pagarles el que me hayan tratado como a uno de ustedes.

"Tal vez no lo sepan pero siempre estuve al pendiente de la familia, jamás permití que alguien les hiciera daño, fui su guardián hasta que mis viejos años me lo impidieron, pero aún así no dejaba de ladrar al merodear un extraño, me preocupa dejar de protegerlos, solo pido perdón por mi vejez, pero les aseguro que ¡No es culpa mía!"

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